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domingo, 11 de febrero de 2024

De libros y urinarios

A muchos gusta presumir de las lecturas que hacen a lo largo de su vida. En ese aspecto he de comentar que no pertenezco a tal partida. Yo tengo el defecto de pasar los ojos por donde hay letras, lo de menos es el soporte, y no me entretengo en discernir si lo que leo es bueno o malo, prescindo de los juicios o recomendaciones del vecino. Simplemente me empapo como la esponja al resbalar sobre la superficie donde hay signos sean o no interpretables, pero sin motivación ni propósito, es un defecto que me predispone a satisfacer una extraña necesidad, tan inconfesable como una enfermedad venérea. No por leer mucho me siento mejor persona, ni más culto o sabio, sino al contrario: nihilista e ignorante, resabiado y desmitificador.


Un lugar interesante para comprender el sentido de la vida o el arte son los urinarios. Las paredes y puertas de estos lugares están, como las tumbas de hombres y mujeres célebres, llenas de grandes frases lapidarias, amén de cancioncillas, poemas, proposiciones indecentes y números de teléfono; y notables obras gráficas fruto de escasos y rudimentarios medios, (doble mérito), que surgen de la espera y el aburrimiento, del onanismo y la diarrea, tan interesantes y complejas como las que embadurnan las cuevas de la Prehistoria y pintaron unas señoras en mocasines, según describe la moderna historiografía.  Son estos lugares creados por la civilización un remedo tosco y apresurado, prefabricado, de aquellos templos primigenios, oscuros y apestosos confesionarios, donde lo humano y lo divino se aúnan, e indican a los de nuestra condición a donde vamos y de donde venimos, que no es sino al mismo sitio. El ser humano, desde su nacimiento, busca el modo de librarse del sucio pañal que viste y le incomoda. La verdadera utilidad de los libros ya la expuso Quevedo en andanzas y desventuras del ojo del culo, o aquel escritor comunista y gourmet, Vázquez Montalván, cuando no dudaba en lanzar el Quijote a las llamas si hacía frío en casa. Los buenos libros son los que venden, el resto no es más que literatura.


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