Jefté, por ser hijo de prostituta, fue expulsado de su pueblo. Creció y su fuerza le dio fama.
Los judíos adoraban a Baal y Yavé se sintió celoso. Envió a los amonitas para que castigasen a Israel. Entonces los ancianos se acordaron de Jefté y le rogaron que liderara a sus hermanos a cambio de proporcionarle un lugar entre los elegidos.
Jefté llevó a su pueblo a la batalla y juró sacrificar a Yavé al primer ser humano que le felicitase por su victoria.
Tras derrotar a los amonitas los judíos regresaron a sus casas y a Jefté salió a felicitarle su propia hija.