Me pregunto, pues aún no lo he leído, si Fernando García de Cortazar hará mención en su libro "Los Perdedores de la Historia de España" al rey castellano Enrique el Impotente.
A este hombre nunca le faltaron enemigos ni vivo ni muerto. Cuando reinaba, le hicieron la vida imposible los nobles y la familia. Desde que murió, aquellos que han deseado enaltecer a su hermanastra, la católica reina Isabel, tampoco le pasaron una.
Entre otras lindezas, ha sido calificado de perturbado, anormal, inmoral, depravado, homosexual, cornudo, proxeneta, adúltero, putero, libertino, exhibicionista, corrupto, irresponsable, arbitrario, don Juan, islamista, pagano, hereje, ateo, etc, etc, y sobre todo de impotente, (tal vez parcial, según el doctor Gregorio Marañón).
Algunos cronistas de la época denunciaban la gran corrupción de las costumbres públicas y privadas de su reinado. Se quejaban sobre todo de la ética hedonista del monarca y del desenfreno de su corte. Señalaban principalmente a las damas portuguesas que acompañaban a la reina Juana como descocadas y deshonestas, dadas a los aceites y perfumes "y esto sin el menor recato, descubriendo el seno hasta más allá del ombligo, dándose el banquete desde los pies hasta lo alto de los muslos para que al caer de sus cabalgaduras, cosa que con frecuencia ocurría, brillase en todos sus miembros uniforme blancura", (Alonso de Palencia). Estas damas de provocativos trajes y modales traían alborotado a todo el séquito real.
Entre otros pecados del monarca, según el mismo Palencia, el de ordenar a los predicadores que ilustrasen a las masas contra la superstición y la ignorancia. Y rodearse de personas "que creen e dicen e afirman que otro mundo non haya sinon nascer y morir como bestias."
"El rey con la reina estaba sentado en el suelo sobre tapices a la usanza morisca; tiene muchos moros en su corte, habiendo expulsado a numerosos cristianos y cedido sus tierras a los moros; come, bebe, se viste y reza a la usanza morisca y es enemigo de los cristianos; quebranta los preceptos de la ley de gracia y lleva una vida infiel..." Denunciaba el viajero Bohémio Rosmithal en 1466.
No menos significativos fueron sus enfrentamientos constantes con la nobleza y el alto clero. Para Enrique los privilegios de estos eran "pieles de carnero o de cabrito atestadas de ridiculeces."
El inigualable don Ramón Menéndez Pidal en la introducción del tomo XVII(I) de la Historia de España que lleva su nombre, emite el siguiente juicio sobre el sujeto al que nos referimos: "El impulso de superación del pasado medieval sentido en toda la Europa del siglo XV, el anhelo de renovación, tomó durante la decadencia Enriqueña el simple y rudo carácter negativo de un bajo epicureismo racionalista, mero desprecio de las normas autorizadas, sin el menor pensamiento constructivo, sin el menor intento de cualquier renovación intelectual o ética. Subversión universal de los principios normativos acatados de antiguo en la gobernación y en la vida; y nada más".
Evidentemente, si sabemos leer entre líneas, lo que tenemos delante es a uno de esos personajes de la historia que tuvieron la mala suerte de nacer en la época equivocada, o quizás sea mejor decir en el país inadecuado. Enrique fue un príncipe del Renacimiento, un espíritu racional y liberal. Un monarca que quiso acabar con los privilegios de la nobleza y la moral católica. Un precursor de lo que se avecinaba en Europa y se consolidaría siglos más tarde.
Frente a la España inquisitorial e imperialista, enemiga de las libertades y el progreso, he ahí a uno de los últimos representantes la rebeldía hispánica de la antigüedad, un viriato de la modernidad.
"La demencia en el individuo es algo raro; en los grupos, en los partidos, en los pueblos, en las épocas, es la regla". F. Nietzsche.