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martes, 6 de febrero de 2018

- Se mueve -, dijo Galileo.




- Y sin embargo se mueve -, repitió por lo bajini mientras el inquisidor lo observaba con las cejas muy alzadas y boca de asco. Al día siguiente le leyeron la cartilla en la iglesia de Santa María sopra Minerva de Roma. Quedó condenado a arresto domiciliario y a desdecirse. Pero no lo hizo y persistió en su yerro. Y eso los papas no se lo perdonan.