
Corominas, ese magnífico ilustrador, lleva adelante un interesante proyecto sobre el libro de Oscar Wilde. Os recomiendo un paseo por su blog.



De Granada parte el moro que Aliatar se llamaba,
Tonatiuh, el Sol, es el nombre que los aztecas pusieron a Pedro de Alvarado, lugarteniente de Cortés, por el color rojizo de su pelo. Encabezó una matanza indiscriminada en Tenochtitlan, la capital, en ausencia de su jefe. Los mexicas celebraban las fiestas del mes de Toxcalt con bailes y cantos. Los españoles, armados, se mezclaron entre el gentío. Al grito de "¡Mueran!" asesinaron sin compasión a cuantos participaban en el festejo.
Fálaris, Luciano de Samosata.
Traducción de A. Espinosa Alarcón.
Qué chulada esas películas de espías con las que pasábamos la tarde. Aquellas del Yeinsbond con tanto ruso, submarino nuclear, diabólicos planes de Spectra y mujeres de infarto. Qué tiempos. Acuérdate del sombrero del Golfinger, que lo cortaba todo, lo bien que nos vendría para el jamón en Noche Buena. O de los dientes de acero inoxidable del grandote aquel, ¿cómo se llamaba?, bueno, no importa, del que nos acordamos cuando queremos abrir un piñon. Y tanto invento de Q, el viejito, ¿no era lo que más molaba de la peli? Porque argumento tenían poco. Más que argumento, sentido, nunca te enterabas de nada. Pero te dejabas llevar, sin muchas preguntas, no estaban hechas para aristotelear ni hacer debate a la salida.