Una nueva Edad Oscura se dibujaba en el horizonte. La destrucción era el credo que se avecinaba. La Razón cedía el paso a la Ignorancia. El Dios único ya no se soportaba a sí mismo y había optado por la autodestrucción.
Y fue entonces cuando las viejas deidades se agitaron en las profundidades, como si un pulmón se hinchase de aire. El Fin estaba cerca pero el Renacimiento también.