Andan preocupados en Polonia, país de santos y excomunistas, por la posible homosexualidad de un muñeco que sale en una serie de televisión, ese invento del capitalismo. Un muñeco que en realidad es un traje o disfraz que se pone un señor o a lo mejor una señora muy buenorra, (nunca me he preocupado de averiguarlo), para hacer piruetas y otras gracias en un campo de plástico y poliuretano. Gracias a este invento, los niños y niñas, que lo ven desde la tele del salón o de su cuarto los pudientes, están calladitos un rato, breve, por desgracia.
El señor o la señora que se pone el traje, y pasa mucho calor dentro, también lleva un bolso rojo que forma parte del disfraz; y se pasa el rato colina arriba, colina abajo, moviéndolo con mucho aire de un lado a otro, y diciendo hola y adiós a diestro y siniestro, unos conejos minusválidos que ni pestañean. Cuando acaba el episodio, el señor o la señora buenorra se quitan el vestidito, se visten de calle, fichan y se van a su casa hasta otro día si les toca trabajar y no ha acabado su contrato. Mientras, Tinki Winki se queda colgado en una percha, de un armario, claro, (va a ser por eso), donde se acomodan los ácaros y las polillas. Dudo que lleve una doble vida. Hay mucho reprimido imaginando cosas. En Polonia deben de ser multitud.