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miércoles, 16 de mayo de 2007

PERSEO mata a la MEDUSA.

Benvenuto Cellini, el gran orfebre, grabador y escultor del Renacimiento, se las vio y deseó para ver culminada la que sería considerada su obra maestra: El Perseo.
Enfermo, con fiebre, tumbado en la cama, convencido de la proximidad de la muerte, dejó a sus discípulos y ayudantes al cargo de la fundición de la estatua. Cuando creía que moría le despertaron las voces de aquellos que daban por perdida la figura mientras el fuego se extendía por el taller. Como movido por un resorte el maestro se levanta, se pone a la cabeza de oficiales y aprendices, y a voces y puntapies, con un coraje inaudito, rescata la estatua de la catástrofe. ¡Y recupera la salud!




"Y viendo que había resucitado a un muerto, contra la opinión de todos aquellos ignorantes, recuperé tantas fuerzas que ya no me enteraba de si tenía fiebre, o temor a la muerte. De repente se oyó un ruido, con grandísimo estallido de fuego, que parecía que se había formado un rayo en nuestra presencia; y debido al terrible miedo que nos dio, todos se habían quedado de piedra, y yo más que nadie. Cuando hubo pasado aquel estruendo y resplandor, empezamos a mirarnos el uno al otro a la cara; y entonces vi que la tapa del horno había saltado y se había levantado de manera que el bronce se derramaba. Inmediatamente hice abrir las bocas de mi molde y al mismo tiempo le hice dar a las dos llavecitas.Y viendo que el metal no corría con la presteza con que solía hacerlo y conociendo que la causa era tal vez que se había consumido la liga a causa de aquel fuego terrible, mandé tomar todos mis platos, fuentes y recipientes de estaño, los cuales eran unos doscientos, y de uno en uno los ponía delante de mis canales ; y una buena parte la hice arrojar dentro del horno; de manera que al ver todo el mundo que mi bronce se había hecho líquido perfectamente, y que mi molde se llenaba, todos animosamente y contentos me ayudaban y obedecían; y yo, de un lado y de otro, ayudaba y decía: -Oh Dios, que con tu inmensas virtudes resucitaste de entre los muertos y gloriosamente subiste al cielo! -, de modo que de repente se rellenó mi molde por lo cual yo me arrodillé y de todo corazón se lo agradecí a Dios. "


Benvenuto Cellini, Vida, cap. LXXVII.


Traducción de Valentí Gómez.

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