Se reunieron en asamblea los habitantes de Atenas para ejercer su derecho al ostracismo, expulsar a un ciudadano por las razones que cualquiera pudiera tener, poco importaba eso, así de grande era la democracia entonces.
Se le acercó a Aristides, llamado el justo, un rústico pidiéndole ayuda.
- Conciudadano, no sé escribir, ¿podrías poner un nombre en mi ostracón?
El magistrado no se opuso.
- Dime.
- Aristides.
El aludido quedó anonadado.
- ¿Qué mal te ha hecho este hombre para que desees su exilio?
- Ninguno, pero estoy harto de escuchar a todo el mundo hablar de él.
Le hizo gracia la coincidencia al escriba, mas respetó el deseo del analfabeto.
El campesino votó, se hizo el recuento y Aristides fue expulsado de Atenas.