Nació la República de unas elecciones municipales, encabezada por los liberales, conservadores y católicos unos, progresistas otros, pero todos defensores del estado de derecho y la propiedad privada. A los liberales progresistas se sumaron los socialistas, que no creían en la República que representaban aquellos, por considerarla burguesa, pero necesaria como paso previo para implantar el socialismo. Para los independentistas, oportunidad de hacer realidad su sueño, es decir, convertirla en república de repúblicas, y después independencia. Para los anarquistas indiferente, porque no solucionaba los problemas de la clase trabajadora. Y para los monárquicos un drama. Bastaron dos años para que vencieran los conservadores, con el voto de la mujer. Pero se impidió a la CEDA formar gobierno, sino con los reformistas, porque así lo quiso el presidente de la República, que era católico. En tan breve período de tiempo, golpe de Estado, Casas Viejas, y reformas que no cuajan. Después Revolución de Otubre y escándalos como el del estraperlo. Más tarde, victoria en las unas de una alianza de liberales progresistas, independentistas, socialistas y comunistas, (en crecimiento), cada cual, con su propia hoja de ruta, pero con la pretensión común de que los republicanos claudicasen. Contrarrevolución y revolución, una larga guerra civil, más de un millón de muertos, exiliados y represaliados, Dictadura y gobiernos en el exilio. Ningún apoyo de las democracias internacionales, que temían la expansión de la revolución y la pérdida del monopolio de minerales y cítricos. Resolución de la ONU en el 50, que levantó sanciones al régimen filofascista que condenaron cinco años antes, y hace socio en el 55. Triste balance de un período. La República en el exilio se disolvió y quemó sus símbolos en el 77, porque sus representantes aceptaron la monarquía constitucional. Pero el mito se perpetúa.
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lunes, 14 de abril de 2025
Llosa, el Vargas
Vargas Llosa no ha sido santo de mi devoción, sino personaje mediático, de política y del Hola. No le pillé el punto a los perros ni a las prostitutas de la selva. Solo cuando Lituma visitó a los mineros, quise ver en su aquelarre un guiño a Dionisos, que igual fue cosa mía y no suya. Lo del Nobel va por suscripción. Ahora harán buen negocio los sucesores. Ahí en las estanterías se acumulan junto al polvo libros de esos que se compraban en los quioscos, regalos de reyes y otros equívocos, por lo del boom de lo americano. Creo que será más recordada la Preysler, o la misma Ayuso. Ya sé que voy de caminito a infierno.
viernes, 11 de abril de 2025
Ángel divino
De los pueblos siempre hay anécdotas de vecinos muy brutos, por no decir poco civilizados, de esas que conviene narrar por curiosas o porque dan alguna enseñanza. Este fue uno de aquellos casos que tienen dos partes. La primera la protagoniza el Antonio, que era muy bueno por simple, querido todos, aunque se reían de él. Murió frito por un rayo que cayó en mitad de un partido de futbol contra los de la localidad cercana. El suceso, pasada la sorpresa, desembocó en un mar de risas, que dio para varios días cada vez que se rememoraba la escena fuese en el bar, en las eras o la salida de misa. El entierro fue fecundo, en chistes y bromas, a la memoria del muerto. El Antonio se apoyaba en el marco metálico de la portería para ver mejor entrar los balones y allí dejó la vida. Bien es cierto que todo podría haberse evitado si se hubiese suspendido el partido, pero a nadie preocuparon cuatro gotas, por gordas que fuesen y las acompañasen rayos y truenos.
La segunda parte de la anécdota
la traía Manolito el de la Carmen, sujeta de unas riendas, que, por encargo del
Antonio, le había comprado un burro ese mismo día, a unos gitanos en el camino
que llevaba de Lucena a Puente Genil. Era tan buena la planta del asno que cuantos
lo vieron llegar al pueblo, a la que le contaban la muerte del Antonio le
preguntaban por el precio de aquel. Manolito reía con la primera, pero quiso
guardarse la respuesta de la compra, porque el negocio podía serle beneficioso;
pero pronto empezó a cansarse de que todos sus vecinos le incordiasen con el óbito
y la curiosidad, de que hablasen más de la cuenta y le señalasen, o le
exigiesen cuentas, que no les interesaban. Y como muchos los pesados, que no
parecía tener fin, quiso cortar aquello por lo sano y aclarar el trato. De este
modo, al poco de que se enterrase al Antonio, una noche, sin decir esta boca es
mía, tomó el cirio pascual de la iglesia y se subió con él al campanario. Serían
pasadas las doce y media cuando se puso a tocar las campanas, con las que
despertó a los somnolientos y alarmó a los insomnes, por lo que todos en el
pueblo corrieron a la plaza a conocer la causa o motivo del repique. Así que
vieron luz en el campanario, como la del faro de Alejandría, lo tomaron por
milagro y creyeron que era aparición, anuncio del cielo, el alma en pena del
difunto que regresaba como Lázaro del Infierno a darles una señal.
Se juntó el vecindario, unos
contagiados por otros, a contemplar el prodigio y estos rezaban o cantaban, aquellos
callaban, incluso los había que tentaban la huida. Tan llena estaba la plaza
que, Manolito, animado por su éxito en la convocatoria, a grandes voces, puso
orden y ordenó silencio.
- ¿Estáis todos? – preguntó a la
concurrencia.
- Sí – le contestaron al unísono,
hombres, mujeres, ancianos, viejas, niños y mozas, todos cuantos allí se
agolpaban.
- ¿Estáis todos? – repitió de
nuevo.
- Sí – corearon otra vez.
- ¿Estáis todos? – insistió.
Y a esta le respondieron, guiados
por la intuición.
- Sí, ángel divino.
- Ea, pues catorce duros costó el
pollino.
miércoles, 9 de abril de 2025
martes, 8 de abril de 2025
Ron Jeremy o el Mercurio del porno
Ron Jeremy humanizaba el porno. Era algo así como la figura del gracioso en el teatro del Barroco que, al irrumpir entre los nobles o dioses del Olimpo con sus giros y chacotas, le aportaba credibilidad a la posibilidad se ascender en la escala social y disfrutar el sexo para ricos. El intermediario entre el hombre de la calle y la divinidad de Venus, un Mercurio para pobres, vamos. De este modo cualquier consumidor de pornografía, tomándolo como ejemplo, podía soñar con la posibilidad de rodearse de beldades y hacer el triple salto mortal sin necesitar de viagras ni miedo a romperse la crisma. Era un tipo que generaba simpatía al aparecer por donde menos podía imaginarse uno, y ponerse a funcionar con más gracia que cualquier musculitos.
A Ron Jeremy dejamos de verlo en el porno, porque se fugó a la serie B, y empezó a hacer otros papeles algo más serios, sin el mismo éxito que en su anterior etapa. Todo el que lo veía fuera de su ambiente sospechaba que echaba en falta sus affaires con las starlets del X.
Desde que Ron perdió juventud y fama se le han acumulado denuncias y juntado días de cárcel. Igual, después de estas, escribe sus memorias y vuelve a hacerse rico. Es posible que Hitler, en caso de haber coincidido ambos en el tiempo, le hubiese librado de ir a un campo de concentración, por lo de ser judío, más que nada gracias a su pintoresca carrera. Existe una comunidad hebrea en los EEUU que ha propuesto que le hagan un injerto de prepucio para que deje de ser judío. El mundo va muy, pero que muy loco.
domingo, 6 de abril de 2025
Por un lote de libros
Me hace gracia que existan concursos de literatura que te obsequian con un lote de libros. Entiendo que al principio pueda sonar bien, porque eso de que te regalen muchos, si eres lector, es una gozada. Pero luego resulta que esos tochos no eran precisamente los que habías soñado, sino los que la editorial, la administración o quien organiza la rifa tiene de sobra en el almacén, y no sabe cómo desembarazarse de ellos. Es dura esa realidad de abrir el paquete y no encontrar nada que te guste, y ya piensas en los que vas a regalar a los amigos o a la biblioteca del instituto. También puedes disimularlos en alguna librería de esas que compran y venden, y llevarte de segunda mano los que de verdad te interesan. Recuerdo aquel lote de comics que me tocó en cierta ocasión y que me hizo muy feliz, porque era inocente, ignorante y me bebía todo. Creo que de aquellos no conservo ni uno, fueron flor de un día, gozo, más que nada, de ir cargado por la calle de la Feria con un gran tesoro, arropado por el aroma del azahar que invitaba a imaginar que el mundo de la historieta era mío porque me había llevado un premio, recogido en el Potro.
jueves, 3 de abril de 2025
Un continuará y un hermano macaco
Yo me enteré de lo que era un continuará con un cuadernillo de El Guerrero del Antifaz, que me compró mi padre en la estación de Atocha en cierta ocasión.
- Pero si esto salía cuando yo era chico – me dijo, tomando un ejemplar del escaparate de una tienda de prensa.
Se titulaba Libertando Cautivos. El Guerrero daba un puñetazo en portada a un guardián ante la mirada atónita y sorprendida de los prisioneros, y en sus páginas salían los hermanos Kir, la bella Zoraida y juraría que el Conde de los Picos, y por supuesto Fernando y el Guerrero. A espadazos liberaban a miles de cristianos, presos de Alí Kan, Olián o alguno de aquellos tipos de turbante y perilla. Lo pasé pipa mientras nadé en su lectura, pero al llegar al final, donde remataban las viñetas, se podía leer aquello de “continuará” y quedé perplejo; e interrogué a mi padre al respecto, porque nunca antes lo había visto.
- Eso quiere decir que la historia sigue en otro número – dijo, y le tomé la palabra.
Desde ese día, todos los sábados íbamos al kiosco de prensa del barrio y mi padre pedía el periódico y el último de El Guerrero. A mi hermano le compraba un número de Tarzán, de aquellos de la editorial mexicana EN. Mi hermano se sentía fascinado por el personaje, porque era el rey de los monos, y él estaba convencido de que era un ídem. La culpa era de mi padre, que le decía monito. Un día en la tele pusieron un documental de monos, donde salían unos por las ramas, y mi hermano gritó dando un salto que eran su familia. Este tipo de declaraciones no agradaban a mi abuela Visitación, que nos leyó varias veces la cartilla con indignación y aseguró que no era ningún macaco. Esta historia, sin embargo, no tuvo más continuación, aunque sigo apreciando ciertas semejanzas entre ellos, ahora más con los gorilas.
miércoles, 2 de abril de 2025
De cuando grabamos lo de Star Wars
Entonces no había móviles, pero te las apañabas con unas cintas magnetofónicas, no para hacer un vídeo sino un serial. Tenía mi amigo Javi Mesa dos vinilos, creo que eran, con la banda sonora de La Guerra de las Galaxias y, aprovechando que disponíamos de los cómics de Bruguera, decidimos grabar los diálogos con la música de Williams de fondo. Yo creo que la idea nos la dio la edición musical de La Guerra de los mundos, la de Orson Welles, que entonces salió en disco, pero de la que ponían partes en la radio, para que la comprases. Javi la tenía, pero en inglés, porque se notaba menos el falsete, según sostenía muy serio. Aquello nos motivó a leer el libro también. Por todo ello formamos un grupo de amigos y alguna amiga y nos pusimos a la tarea de hacer lo propio, pero con la obra de Lucas. A Fernando le tocó hacer de Han Solo, y a Verónica, la francesa, de Princesa Leia. Javi se ocupó de poner voz a Luke y yo me hice cargo de C3po y Darth Vader, que imitaba a la perfección con ayuda de una tapa de un bote enorme de caramelos. Con la improvisada colaboración de algún que otro amigo, le fuimos dando voz a todos los personajes y en unas pocas de tardes, aquellas en las que no sufrimos demasiadas interrupciones, conseguimos una cinta muy chula con toda la historia. La pena es que de tanto parar, grabar sobre lo grabado y oírla se terminó rompiendo, y aunque repetimos la experiencia varias veces, por diversos motivos ajenos a nuestra voluntad de conseguirlo, las nuevas versiones no nos salieron igual de bien que la primera. Al final las perdimos todas, pero lo pasamos estupendamente mientras duró la fiebre.
sábado, 29 de marzo de 2025
viernes, 28 de marzo de 2025
James Bond contra los progres
Fue cuando fui a la librería García Lorca, aquella que había en mi barrio de Saconia y regentaba un cura que era comunista, con intención de comprarme un libro, cuando le empecé a coger ojeriza a los progres. Era el 79, es decir que tenía 13 años, y yo entonces estaba muy sugestionado por todo lo que venía del espacio, de cualquier galaxia muy, pero que muy lejana. De tal modo que no perdía oportunidad de hacerme con todo aquello que oliese remotamente a Star Wars. Ya tenía los cómics de Marvel/Bruguera de Chaykin, los cromos de Panini, las novelas de Alan Dean Foster y Brian Daley, y continuaba completando mi colección con otras series como la de Galáctica o Alien, el octavo pasajero. También estaban los cómics de 1984 y después Cimoc. Pues bien, ilustrado por mi amigo Javi Mesa, que era tan o más friki que yo, (aunque entonces no se nos llamaba así, sino galácticos, según nuestro compañero Gabriel), nos dirigimos a la librería con la intención de hacernos con el libro de Moonraquer, la novela de Ian Fleming, (C. Wood), en la que se inspiraba la última peli entonces de James Bond, que versaba sobre los viajes espaciales y salían unas lanzaderas de las de la NASA, pero también unas tías espectaculares en la portada. El libro era una edición de lujo de Bruguera. Total, que nos presentamos allí y no estaba el cura, que era con el que mejor nos entendíamos, pero sí un par de juveniles sujetos con barbas de cuatro pelos, jerséis de aquellos gordos de lana y zapatos de piel vuelta que se miraron con suficiencia, alzando las cejas y esbozando media sonrisa, cuando hicimos nuestro pedido. Después de tragarnos sus despectivos gestos de superioridad tuvimos que aguantar una sarta de improperios sobre el capitalismo y el negocio editorial que, sinceramente, nos traían al pairo. El caso es que después de aguantar sus mordaces comentarios nos salieron con que no lo tenían, que era por donde debían haber empezado. Por lo que salimos sin despedirnos y nos piramos hasta el Corte Inglés del Princesa, que era donde no faltaba de nada, y terminamos con nuestro ejemplar de Moonraquer, que era tan malo como la película, pero para nosotros un billete a otro planeta.