Amantes de las letras y las artes en general, los Médicis poseían un remedio efectivo para curar toda clase de enfermedades y al mismo recurrían cuando querían ganarse el favor de alguien.
Cuentan las crónicas que Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón y Nápoles, soportaba unas malas fiebres. Llegole la noticia a Cósme de Médicis en Florencia, y, con afán de congraciarse con el monarca hispano, enviole el libro de Tito Livio "Desde la Fundación de la Ciudad", en una cuidada edición manuscrita de bellas ilustraciones.
Los médicos del rey desaconsejaron su lectura por si contenía algún veneno, pero Alfonso rechazó sus observaciones pues sostenía que el texto de Livio tenía un carácter divino y terapéutico, y nada malo podría haber en el mismo o provenir de él.
Sanó el rey y no abandonó jamás el libro, desde ese momento lo llevó a todas partes como talismán frente a las adversidades de Fortuna.
Cuentan las crónicas que Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón y Nápoles, soportaba unas malas fiebres. Llegole la noticia a Cósme de Médicis en Florencia, y, con afán de congraciarse con el monarca hispano, enviole el libro de Tito Livio "Desde la Fundación de la Ciudad", en una cuidada edición manuscrita de bellas ilustraciones.
Los médicos del rey desaconsejaron su lectura por si contenía algún veneno, pero Alfonso rechazó sus observaciones pues sostenía que el texto de Livio tenía un carácter divino y terapéutico, y nada malo podría haber en el mismo o provenir de él.
Sanó el rey y no abandonó jamás el libro, desde ese momento lo llevó a todas partes como talismán frente a las adversidades de Fortuna.