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domingo, 8 de septiembre de 2024

Tu amigo el librero, a ratos

No hay nada más peligroso para el lector empedernido que hacer amistad con el librero, porque para este último el primero es un cheque en blanco. Los años de experiencia me han demostrado que es conveniente cruzar pocas palabras con el sujeto del que me ocupo. No quiero decir con esto que no sea una excelente persona, seguro que lo es, (todos lo son). Pero no es menos cierto que, como buen vendedor, procura que siempre te lleves algo, o algo más de lo que expone en las estanterías o guarda en el almacén. El más peligroso de todos es el que ya te ha calado y antes de que repases las baldas te está enseñando unas novedades que no te interesan, o ese libro ignorado del autor que te llevaste la semana pasada, u otro que no tiene nada que ver, pero recuerda al que ya compraste aquella vez, o una recomendación que te hace por iniciativa propia, porque el libro cumple una función terapéutica, o porque le ha gustado a una chica muy leída que un día te quiere presentar, (pero con la que nunca coincides). En este proceso lento pero insistente llega un instante en el que no puedes entrar en la tienda porque sabes que no vas a salir de ella con algún petardo bajo el brazo, porque no está lo que buscas o lo que te hubiese gustado descubrir, y te lo han colado. Además, la confianza da asco, adviertes que el fulano se mete en tu vida, sabe de tu profesión y familia, y te da consejos, intenta adoctrinarte en cuestiones de música o cine, incluso cómics, o te da clases de política e historia. Es el momento en que decides que es conveniente recalar en otro establecimiento para reiniciar el programa. Lo malo de las ciudades pequeñas es que las librerías escasean o quedan lejos, y en El Corte inglés cada vez hay menos libros y sólo de presentadoras, aunque de ediciones caras. Qué lejos queda la colección Austral. Nostalgia del dependiente que te miraba con mala leche desde detrás de sus lentes, cuando tenías 15 años, y estaba deseando verte salir porque le descolocabas los ejemplares. Envejecer es muy malo, te pierden el respeto incluso los horteras. 


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