La vida te da sorpresas y además te demuestra que el mundo es un pañuelo. A última hora, hoy viernes, me encontraba en clase con tres discípulos, porque el resto se había ausentado con alguna que otra excusa más o menos creíble. Yo meditaba sobre la situación internacional y ellos se entretenían con sus cosas. En estas que uno de ellos me pregunta que si me gusta el rap, y que si quiero escuchar una canción de su grupo favorito, a ver si pillo el significado de la letra. Armado de la paciencia que me caracteriza y me permite sobrevivir en la jungla de la enseñanza, claudico y me someto al suplicio. Apenas pillo el discurso, porque el sonido es muy malo, pero cazo al vuelo alguna frase que ya he leído antes en Nietzsche. Me pide el alumno la opinión y le digo que me ha parecido un tema muy existencialista, que el autor expresa su sentimiento respecto al drama que significa la vida y la muerte. Me comenta el interesado que esa canción la cantaron hace poco los raperos, que son dúo y hermanos gemelos, en un concierto organizado en Jaén, en memoria de su padre fallecido recientemente. Movido por la curiosidad indago en internet para ponerles cara y al ver sus fotos advierto lo mucho que me suenan las de ambos. Se parecen a la de alguien que conozco. Me dice el cicerone que son del Albaicín de Granada. A la memoria me viene un amigo lejano de Córdoba que se fue a vivir al Albaicín y tuvo unos gemelos. Busco en la Wikipedia a Ayax y Prok, que son los dos raperos, y descubro que se apellidan Pedrosa Hidalgo. Caigo en la cuenta y ato cabos. Son ellos, los hijos de Rafa Pedrosa, el Jordi, un compañero de colegio y pandilla al que no veía desde hacía más de treinta años.
Rafa era un rebelde sin causa, pero con muchas inquietudes. Con motivo de las I jornadas del Cómic de Córdoba tuve la suerte de ganar un premio, que no fui a recoger porque no me lo esperaba. El amigo Rafa, que estaba presente en la entrega, oyó la noticia y se fue hasta mi casa para decírmelo. Entonces no existían los móviles ni el teléfono fijo lo instalaban de un día para otro. Caminó desde las inmediaciones del teatro al aire libre, junto a la ribera, hasta el arranque de El Brillante. Llegó siendo noche cerrada, perdiéndose el concierto que hubo tras la ceremonia. Recibí la noticia con cierta incredulidad, pero especialmente sorprendido por tal deferencia.
Dos sentimientos opuestos me confunden: reconocer a sus retoños y descubrir su fallecimiento.
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