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miércoles, 3 de julio de 2024

Tiburón de verano

Fue en el cine de verano de Méntrida, ese bonito pueblo toledano famoso por sus bodegas, cuando tuve ocasión de ver Tiburón, la de Spielberg. Dos cosas llamaron poderosamente mi atención. Una que los protagonistas eran muy mal hablados y otra que el bicho era terrorífico. Previamente había caído en mis manos una versión en comic de la película, muy erótica, que no tardé en descubrir lo poco o nada que tenía que ver con el original. A lo que voy es que cuando acabó la proyección, para llegar a mi casa tenía que atravesar la alameda, que era un bosque que crecía junto al río, un afluente del Alberche. A esas horas de la madrugada todo estaba más que oscuro y pasito a pasito, en compañía de mi hermano, que estaba más acojonado que yo, atravesamos la floresta temiendo que en cualquier momento apareciese la cabeza del escualo poblada de dientes dispuesta a devorarnos. Aunque la razón negaba que un pez de estos hiciese vida en la superficie y se refugiase en bosques, no podía evitar imaginar que nos vigilaba desde detrás de los árboles para dar su salto mortal sobre nosotros en cualquier momento. Con esa preocupación, más pronto que tarde, llegamos a casa y pudimos refugiarnos bajo las sábanas. El nuevo día no trajo la calma, durante mucho tiempo visitamos el inodoro con precaución, siempre alerta por si de entre las inmundicias surgía la fiera con hambre. 

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