En los noventa fue cuando empezaron a proliferar los informáticos. Estos fueron el antecedente del actual cuñao. Eran amigos, conocidos, vecinos que decían tener conocimientos de informática y se acercaban un día a tu casa a ponerte el PC en orden, lo suficiente como para tener que llevarlo al día siguiente al servicio técnico. Se tiraban una o dos horas, cuatro o cinco, trasteándote el cacharro y mejorando esto o aquello, nunca quedaba claro el qué. Detrás de tales iniciativas, barrunto, había algún trasfondo homosexual. Algunos se traían juegos y disquetes con gifs porno, para instalártelos, otros la copia pirata del Windows. Charlando y tomando unas birras, echabas la tarde con ellos hablando de nada, con la mosca detrás de la oreja, sospechando que habías cometido algún error al invitarlos. A la mayoría no volverías a verlos después o en contadas ocasiones el resto de tu vida, sólo para recordar aquella nefasta experiencia. Salían por la puerta de tu casa con cierta prisa por ser ya pasadas las 12 de la noche y tener que madrugar al día siguiente; y cuando en la soledad de tu dormitorio te ponías a cliquear ya no funcionaba nada, ni el jueguecito de las minas. La culpa solía ser del MS-DOS, que había machacado algo, - te decían cuando les exigías alguna responsabilidad -, o de la copia del Windows, que no se podía copiar muchas veces porque guardaba un virus para evitarlo, aseguraban muy serios. Eran como brujos que cuando no les salía bien el conjuro te daban mil explicaciones y se lavaban las manos. Con el tiempo esta fauna fue desapareciendo, todos fuimos aprendiendo a evitar los aprendices de magos y a no tocar mucho el PC, (fundamental). Ahora se actualiza solo, te envía los cartuchos si nota que te falta tinta en la impresora, y te cobra una pasta sin avisar si pinchaste algo que no debías. Hemos perdido el contacto humano, pero los cacharros pitan de maravilla.
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jueves, 11 de julio de 2024
De cuando el amigo informático
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