Contaba Gregorio de Tours, allá por el 550, que la mujer del obispo Félix de Nantes estaba convencida de que éste la engañaba con otra, porque eran muchas las veces que no dormían juntos y él ya no la buscaba como años atrás. Una noche la esposa irrumpió en el cuarto del marido y lo descubrió acostado con un cordero. Dejó escrito el prelado de Tours, para excusar a su colega, que era Cristo el que lo acompañaba, de la opinión de la mujer al respecto no queda constancia.
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