Fue la otra noche, en el momento de sacar la basura, que es esa tarea tan propia de hombres. La calle estaba desierta y la luz de las farolas iluminaba la niebla que emanaba de las alcantarillas, dándole un toque preciso de sal plateada que levita en la oscuridad. Salí enfundado en mi bata y calzando las zapatillas de paño, esas que dan tanta agilidad en los pies, y me dirigí al rincón donde enfilados para el reciclaje se reúnen los contenedores. Al principio no detecté sino una sombra, que imaginé gato, pero después perro por el tamaño, quizás un oso, temí. No me amedrentó su presencia ni renuncié a mi propósito que no era otro que librarme de la inmundicia, repartirla pacientemente en cada cajón creado al efecto. Sin apartarme un ápice de mi ruta llegué a la altura de la figura imponente y ahí llegó la sorpresa. Era Batman.
- Buenas – saludé, porque siempre he estado a favor de la educación y las buenas maneras, pero sin perder el aplomo que exige la tarea de distribución de basura. Una bolsa por allí, un cartón por acá, una botella acullá.
- Hello – respondió el señor de la noche, en un inglés yanqui, de Gotham para ser más preciso. Y lo noté algo perdido.
- ¿What´s wrong? – le pregunté, contento de poder sacar partido a mi B2 en una ocasión como aquella, pues la postura en la que se hallaba debía ser incómoda incluso para un tipo tan fornido.
Bat se incorporó, miró a un lado y otro por encima de los contenedores, y me comentó, todo esto en inglés, que tenía un serio problema y andaba un poco perdido.
- Don´t worry, don´t worry – le dije, para que no sufriese por el desconcierto. A todos nos confunde la noche. - ¿What do you need?
Me comentó que necesitaba aguja, dedal e hilo porque tenía un roto en una media. Y me enseñó la pierna. Y es verdad que a la altura de la nalga tenía un descosido. No hacía más que señalarlo y me invitó a meter el dedo como Jesús a Mateo en la herida, cosa que hice. Realmente era una situación algo embarazosa, pero actué con flema inglesa. No problem, repuse, después de la meticulosa exploración. Y le indiqué que trepase a la ventana del quinto que es donde vivo. Que luego nos veríamos allí y le haría un apaño. Bat asintió con la cabeza.
Nos despedimos y subí a mi casa. Busqué los instrumentos precisos en el costurero y esperé sentado en el alfeizar un buen rato al murciélago. Pues bien, no acudió. Supongo que encontró a otro samaritano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario