Igual lo he contado antes, pero es posible que no. Cuando era niño y vivía en Madrid me llevó mi padre al teatro y me tocó una cometa de Palín Palote. Se ve que la obra, cuyo nombre no recuerdo, la patrocinaba la marca de caramelos. La representación se interrumpía y sorteaban cosas. El monigote del logo, un joven disfrazado del mismo, me la entregó en mano después de cantar mi número. Subí muy asustado al escenario a recogerla. Tenía una cuerda muy larga, de unos 20 metros y muchas veces la hice volar tan alto. Con el tiempo se fue deteriorando y por último se convirtió en un trasto inútil. Sin embargo, todavía la recuerdo con entusiasmo, miro al cielo y creo estar viéndola volar. Creo que con ella se fue mi alma de niño. Espero que no anden muy lejos las dos.
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