Cuando acudo a la jungla de los libros lo hago con machete para abrirme paso ante la maleza, que es mucha. En el escaparate hay asuntos locales, novedades y famoseo; en ocasiones, a un lado, volúmenes absurdos, pero misteriosos o espurios, que pueden dar pistas y abrigar esperanzas respecto a lo que pueda haber dentro. Por eso me animo a explorar sus fauces, es fundamental que la luz sea parca y habiten las arañas, si no es así conviene sospechar. Es en el zaguán donde descubres si has llegado donde pretendías o a un parque temático. Si es librería auténtica, y no de bolígrafos y folios, puedes penetrar en el Mato Grosso; si no es de estas te conformarás con lo dicho, y es posible que te lleves alguna mochila o un sacapuntas. Una señal imbatible es el aspecto del mostrador. Pero hay que andarse con ojo. El número de libros sobre la vitrina no siempre es indicativo. Si son muchas las pilas de esos de editorial poderosa, hay que cuidarse de caer en sus redes, son libros que ocupan mucho y cuentan poco. Es muralla contra el pensamiento, conviene esquivarla. Si más allá no hay nada, has acabado tu aventura. Si adviertes, por el contrario, que al fondo hay mucho sitio, pero muy poco para caminar y revolverte, porque abundan lo que fueron árboles y ahora son hojas, es que has acertado y empieza la aventura más difícil, que suele ser larga y enemiga del correr de las agujas del reloj. Conviene, si tu vista falla, por la edad u otra arriesgada actividad, que lleves gafas de cerca. Si no, es posible que dejes a tu paso muchas esmeraldas y rubíes, diamantes, pero también humus, nada es despreciable, hay que ir bien pertrechado. Entre los troncos, (columnas o pilares), más o menos rectos, salomónicos, o en imposible equilibrio, puedes perderte, pero con intención y satisfacción, cuando topes con lo que no buscabas o ni sospechabas, y curiosear, fisgonear, esconder y desordenar; que lo arregle otro, que seguro que le has hecho un favor para vivir su propia aventura. El remate viene cuando, en vista de la hora y hecha una buena escabechina, debe uno marcharse, y da la oportunidad al dependiente para que participe, y le preguntas si dispone de algún libro que sabes que no existe o que no va a tener. Y así tienes la excusa perfecta para poder marcharte sin gastarte un duro o, si sale mal, para volver otro día a repetir el mismo periplo. Llegado a este punto, si ya te conocen y te buscan lo que sea, recomiendo cambiar de librería, por unos meses. Eso, o que tu gasto en libros se dispare. En el fondo, lo que me gusta es abrir sendas, en casa ya tengo de esos para tirar.
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