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viernes, 7 de junio de 2024

El mundo en zapatillas

Una de las experiencias más gratificantes con las que me ha obsequiado la vida es aquella de irse al colegio con las zapatillas de casa puestas, esas de paño con estampado de cuadraditos, pelito dentro y suelas de goma espuma. Era algo que sucedía ocasionalmente por las tardes, porque en el parón del mediodía desconectabas de todo, y sin darte cuenta, con las prisas, te olvidabas de cambiarte de calzado. La sensación de libertad era insuperable, parecía que volabas, cada paso era un salto, como el del astronauta disfrutando de la gravedad de la Luna o la del recluta que se libra de la mochila. Y luego en clase, nada. Nadie se reía de tu atrevimiento. Al contrario, muchos eran los que te envidiaban, porque ya habían pasado por esa circunstancia y acariciaban la idea de repetirla. Muchas veces para ser feliz no hace falta pedirle mucho a la vida, tal vez sólo algo de inocencia.


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