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martes, 25 de junio de 2024

El gato negro en el círculo blanco

En un solar próximo a mi vivienda, en el que crece una espesa sabana, ha aparecido un colchón blanco y circular. Ya sé que puede resultar chocante la existencia de uno de estas características, pero ahí está ese como ejemplo, luego los hay. Tampoco puedo dar explicaciones de su procedencia, sólo que una mañana estaba allí, entre los jaramagos. Sin embargo, lo más curioso del caso es que todas las tardes, a eso de las nueve, cuando saco a pasear al perro, me encuentro a un gato negro recostado tan ricamente sobre él. Un animal grande, bien cebado, y de brillante pelaje oscuro; estirado todo lo que puede como si pretendiese ocupar el lugar del diámetro. La primera vez que lo vi me hizo gracia, los gatos nunca dejan de sorprenderme, porque parecía un pachá otomano, uno de esos de un relato de las mil y una noches. El minino ni se inmutaba, se limitaba a contemplarme desde su envidiable postura. Tentado estuve de hacerle una foto y subirla a las redes, pero manejar el móvil y el perro con otra mano me hicieron desistir del propósito y dejarlo para otra ocasión, que imaginé irrepetible.

Pero ya son varias las tardes que me lo encuentro a la misma hora y en la misma posición. Prácticamente se ha convertido en un extraño ritual. Llego con mi perro, que lo huele todo, pero no detecta su presencia. Al otro lado de la alambrada que rodea el solar, el gato se muestra indiferente. Desde mi posición le mantengo la mirada, pero no se digna más que a cerrar con pereza los ojos y menear la punta del rabo. Intimidado, he intentado cambiar la ruta del paseo y no acercarme al recinto. Pero por alguna extraña razón, sin comprender por qué, vuelvo a descubrirme en la misma posición del primer día, y se repite el duelo de miradas descrito mientras mi mascota olfatea el suelo. Escribo todo esto porque estoy perdiendo el sueño, no lo concilio porque estoy constantemente pensando si el gato sigue allí o ha cambiado de postura al menos. Tentado estoy de levantarme y asomarme a ver si se ha producido alguna alteración, pero no me atrevo. Temo estar siendo víctima de un hechizo, o presa de un sortilegio maligno. Pero también sospecho que tiene algo que ver con el mercadillo que los gitanos ponen ahí los jueves. Igual descubro que es de trapo y se acabó la magia, el verano puede hacerse muy largo y aburrido entonces.



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