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sábado, 4 de noviembre de 2023

La moneda ibérica

El hallazgo fortuito de una moneda, que hiciera mi abuelo mientras cavaba entre dos olivas, le movió a imaginar que era la pista para dar con un tesoro de cuando los moros, que en el imaginario popular significaba mucha riqueza. A un golpe de azada saltó la pieza de metal, oscura y verdosa, que llamó su atención por la forma circular y el tamaño, semejante al de una perra gorda. Al pronto no supo qué había encontrado, pero tras observarla por curiosidad y con mucho detenimiento llegó a la conclusión de que era moneda de cobre o bronce y, por la mugre que tupía ambas caras, muy antigua, compañera de otras que no debían de andar muy lejos. Sin pensar en la obligación que allí lo había llevado, puso todo su esfuerzo en remover tierra en derredor, abriendo una zanja como para trinchera, sin pararse a beber ni almorzar esa mañana cegado como estaba por la riqueza que creía haber encontrado. Sólo al final del día reconoció su fracaso y haberse sentido preso de una quimera. Cabizbajo y muy cansado retornó a la casa para confesar a mi abuela su desdicha.

Quedó la moneda en la familia, recuerdo del aciago día, pasando de mano en mano como mera curiosidad, prueba de una esperanza frustrada, hasta que mi hermano decidió averiguar su ceca. La limpió con ácidos y recuperó sus caras. En una un perfil, en otra un animal, jinete a caballo o esfinge. Comparó con otras de un libro, y sacamos conclusión de que era ibérica, del mismo Cástulo.

Muchas veces he soñado con que el tesoro estaba cerca de donde mi abuelo excavó, pero ahora es imposible determinar entre qué olivas lo hizo. También imagino la historia de la moneda. Pongo cara al anterior propietario. Quizás se le cayó a Aníbal al subir a un elefante, o formó parte de la dote de Himilce, ¿la arrojaría Escipión con desprecio? Aboceto una o varias novelas. La tentación es grande, como grandes son las llanuras de la imaginación.



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