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martes, 28 de noviembre de 2023

El piano de Federico García Lorca

Fue a mediados de los noventa, el siglo pasado, cuando me estaba acomodando en Jaén, algo que imaginaba provisional y va para 30 años. Por aquel entonces tuve ocasión de conocer de primera mano la anécdota de la familia que juraba estar en posesión de un piano que había pertenecido a Federico García Lorca. El testimonio de una tía era el argumento que esgrimían en su favor y lo exponían siempre que tenían ocasión a todo aquel que quisiese escucharles, cómo fue mi caso, no una sino varias veces. No se privaron de acudir a la prensa, radio y otros medios de comunicación, y no tardó en surgir gente con planes para el mismo, pero sin resultado. Muchas veces he rememorado y conjeturado respecto al enigma del piano. ¿Sería o no del célebre poeta granadino o simplemente uno en el que apoyó un codo para fumarse un cigarrillo? Es difícil aceptar o no la leyenda. Un piano no cabe en un bolsillo como una armónica. No es posible que un mueble de esas características, por muchas teclas que tenga, acompañe a su dueño, sino que se apoye junto a una pared para sostener unos candelabros. Es posible que de serlo Federico no lo recordase, pues puso las manos en muchos. El caso es que llegó un día que esta familia se cansó o desapareció, y me quedé con las ganas de saber el final. Igual terminó adoptado en un pub donde sonaba jazz, pero que terminaron cerrando dejándolo tan mudo como al principio. Habrá quien se lamente de haber perdido la ocasión de guardarlo en la cochera de su casa. El fetichismo no deja de ser un mal de cualquier época.


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