Seguidores

jueves, 15 de agosto de 2024

La promesa de Franco

Franco había prometido Andalucía a los moros, me explicaba mi tía Pepa muy circunspecta. Aquel era el mantra que se repetía antaño entre las clases populares de Úbeda, recién acabada la guerra, (y muchos años después), cuando el ejército de regulares ocupaba y deambulaba por la ciudad, luciendo turbantes y correajes. En ese escenario, mi tía situaba la escena protagonizada por mi padre, que apenas tenía un año, y uno de aquellos soldados venido de África. Mis abuelos paseaban con él de la mano, pues estaba aprendiendo a andar. Dos moros les cerraron el paso y uno de ellos se arrodilló para hacerle cucamonas. Mi abuela se descompuso, temiendo que aquel Almanzor iba a raptarlo o, peor aún, devorarlo como a un cordero. Pero mi abuelo, que había cruzado con ellos disparos en el frente, y no era rencoroso, mantuvo la calma, la sujetó por el hombro y le dijo:

- Deja que juegue un rato con el chiquillo.

Guardaron las formas hasta que el moro se cansó de hacerle gracietas al niño, no fue mucho el rato, pero una eternidad para mi abuela, toda la guerra pasó por su cabeza. Probablemente aquel individuo que tanto la asustaba se estuvo acordando de uno o varios hijos que llevaba sin ver más de cuatro años.

Un día los moros desaparecieron de las calles, no se volvió a saber de ellos en mucho tiempo. Pero después de morir Franco se volvieron a ver unos pocos y luego muchos para la aceituna. Mi tío Antonio, ante el fenómeno, barruntaba algo, y temía, como me confesó más de una vez, que viniesen a reclamar la herencia de los abuelos.


No hay comentarios: