Seguidores

sábado, 25 de marzo de 2023

Zapatero y Borges

José Luis Rodríguez Zapatero, cuando sólo era José Luis Rodríguez Zapatero y pocos los que habían reparado en sus cejas malignas, tuvo la oportunidad, esa que da el diablo o los periodistas que se alían con él, de escribir un prólogo a un libro de Borges, que viene a ser, visto así con perspectiva, una cosa muy borgiana. El dato ha venido a cuento de una de esas exploraciones de los quioscos del centro y tiendas de barrio de 24 horas, de la muy borgiana ciudad de Jaén, villa en la que habito y tiene calles por encima del clínico que me recuerdan a las de Villaverde este, en Madrid.

A un nuevo montón de libros de segunda mano, que forman una lengua de reptil de papel, se ha unido otra remesa de aquellos que a principio de siglo se regalaban con el diario El Mundo. Colección variopinta y digna de completar para que dentro de 20 años más terminen en manos de otro lector empedernido. Es una cadena en la que participo. Y precisamente en eso he echado la mañana, en revisar y cotejar, tomar algunos que me faltaban y otros que ya tenía, pero en otra edición menos pinturera. Así, para disgusto de mi compañera, (que si digo mujer queda muy feo y nada de la nueva masculinidad), he acudido a la casa con cinco tochos, virginales, sospecho, como el día que salieron de la imprenta.

Y he aquí que uno de ellos era uno recopilatorio de cuentos de Borges, Ficciones, prologado por el expresidente mentado. De los otros hablaré otro día porque cada cual tiene su enjundia, al ser de autores distintos, y así me podréis llamar rojo o facha, cuando me ocupe de cada uno, pues uno es del Dragó, otro de la Grandes y el resto de Ferrero y Puig, por no dar más pistas, que cada cual, si le interesa, imagine los títulos.

Pues confesaba José Luis en ese de Ficciones, cuando todavía no se limpiaba como de costumbre el barro en los escalones de la Moncloa, que estaba enfermo de Borges desde jovencito y todavía no se había curado. Mentaba la Biblioteca de Babel, que es el relato que diez años antes se podía leer en los libros de Historia de Literatura de COU, y también el de las Ruinas Circulares, donde se sueña y a uno le atienden los indígenas y se le multiplican los discípulos.

Me gustaría creer que este hombre se perdió en la biblioteca, subiendo y bajando las escaleras de caracol que comunicaban las salas hexagonales empapeladas de repletos anaqueles, o que navegó con la mente a templos de civilizaciones perdidas y fabricó un simulacro de hombre u hijo que desconocía su condición. Todo eso estaría muy bien. Pero no lo consigo. Creo que Joseluis se equivocó de calle al perderse y confundió su camino con el de Borges, y cree que es el mismo. Estoy convencido de que todavía no ha encontrado la salida, dudo que quiera hallarla.

En cualquier caso, en todo esto hay algo borgiano, no me lo puedes negar. Sobre todo, al leer, así remata en la contraportada, (extraído del prólogo), <<cuando uno enferma de Borges, se pregunta por qué la gente sigue, seguimos, escribiendo>>. 

Suena a amenaza.


No hay comentarios: