Ángela Lansbury marcó profundamente mi existencia, lo digo por el asunto de La bruja novata, la de peli de Disney, un personaje apropiado para oscurecer al mismísimo Harry Potter. Para muchos Ángela es la que hace de Miss Marple, en adaptaciones cinematográficas de las novelas de Ágata Christie, o la reportera del crimen de la serie Se ha escrito un ídem. Pero en mi caso, Ángela era sobre todo la bruja que impidió la invasión nazi de Inglaterra. Para mi sugestiva mente de pocos años ver en movimiento trajes como si se tratase de personas fue el no va más de lo sorprendente. Estuve meses probando a poner en movimiento mi pijama y zapatillas de andar por casa, pero sin éxito alguno. De aquellos experimentos paranormales, sin embargo, debió de quedar alguno porque, siempre que me acuesto, para conciliar el sueño, me aferro con firmeza a los hierros del cabecero de la cama, convencido de que esta me lleve volando a algún lugar desconocido y, de no hacerlo, pueda caerme en cualquier otra e indeseada parte. Esta costumbre que provoca reflexión al que me observa, si me pilla en brazos de Morfeo, obedece a tan sencilla razón. Por eso cuando me enteré de mayor de que había un personaje de comics llamado Nemo que volaba en su cama al país de los sueños, no me pareció nada original, salvo en el diseño de sus páginas, porque eso lo hago yo todas las noches.
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