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lunes, 5 de mayo de 2025

El Maligno surfea

El Maligno surfea.

 

Siete fueron las brujas convocadas la noche de san Juan. Cada una de ellas tenía como apodo el nombre de uno de los días de la semana. Acudieron todas, menos una, montadas en escoba, que lo hizo sobre una tabla de surf. Miércoles fue la primera en descubrir el atrevimiento, pues se cruzó con ella a la altura del campanario de la iglesia, e intentó mediar para que no se presentase de tal guisa ante las compañeras; pero esta ignoró su propuesta y continuó planeando impertérrita. Por lo que Miércoles se adelantó y voló a comunicárselo al resto, ya reunidas junto al burbujeante caldero, que no dieron crédito al anuncio. Jueves, la más sabia y prudente, negó con la cabeza. Marte, muy disgustada, prometió ajustarle las cuentas. Viernes evitó darle protagonismo y la ignoró. Lunes propuso someterla un escarmiento común. Y Sábado, que era la veterana, auguró que no saldría viva del cónclave.

Llegó Domingo pausada como una pluma y al ir a tomar tierra, hizo un quiebro extraño con la tabla, y volcó el caldero, cuyo caldo apagó el fuego. Las seis hechiceras que la esperaban quedaron mudas. La oscuridad se hizo dueña del círculo. Aquello era un sacrilegio.

A tientas unas y otras la emprendieron con la que tenían más a mano, creyéndola rebelde, y a los golpes siguieron los lamentos y después los gritos. Tal fue la barahúnda que en el pueblo cercano los vecinos cerraron puertas y ventanas o corrieron a refugiarse en la iglesia. El combate fue largo, las maldiciones saltaban como relámpagos y los alaridos sonaban a truenos. Al amanecer solo una bruja permanecía en pie, rodeada de los cadáveres de las que fueron sus compañeras. Era Domingo la vencedora, que con habilidad había sabido sortear el ataque de sus hermanas y enemigas. La luz de la aurora iluminó el campo de batalla y poco tardó en convertir en ceniza a las contendientes, de modo que parecía imposible que hubiesen estado allí alguna vez. Los gallos cantaron y redoblaron las campanas. Los habitantes de la región asomaron las orejas y otearon el horizonte, para comprobar con alegría que la tormenta había cesado.

A los lugareños llamó la atención la tabla de surf clavada en la tierra, que tomaron por una lápida. Y a su sombra descubrieron agazapada a una niña muy hermosa, que decidieron acoger por verla tan vulnerable, y cubrieron con una manta. No tardarían en descubrir su error, pues aquella que arroparon los convocaría otra noche de san Juan en el mismo lugar, para conseguir del Maligno nuevos beneficios, pues a este, el sacrificio de sus semejantes, le había sabido a poco.



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