En ocasiones me gusta incordiar a los demonios que llevo dentro. Es en el instante en el que la vigilia conduce al sueño cuando los saco de su letargo. Se trata de presentarles un juego y conseguir que participen. El reto es simple, consiste en enunciar palabras sin orden ni concierto, hasta que se convierte en algo mecánico, como respirar. Llega un momento en el que empiezas a escuchar términos que surgen de lo más profundo de tu cabeza, primero pequeños susurros, después voces sonoras. Percibes de este modo que se han sumado al encadenamiento. Todo va bien hasta que escuchas una palabra pronunciada con muy mala leche. Es en este instante en el que procuro recuperar el sentido o cambiar de postura, para alejarlos, porque parecen cabreados o cansados de la distracción, quizás porque los he apartado de alguna maldad que estaban preparando o simplemente porque les he robado el sueño eterno en el que aparentemente yacen. El caso es que puedo asegurar que anidan ahí dentro, y temo que el que grite más fuerte me robe este cuerpo. Yo también juego con fuego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario