del dolor del corazón,
envió por los maestros
cuantos en el mundo son.
Envió por Aristótil,
el ayo que lo crió.
El ayo, desque lo supo,
cabalgó y no se tardó,
jornadas de quince días
en cinco las caminó.
Descabalgó de la mula,
cerca del rey se asentó,
y tomóle por la mano,
luego el pulso le cató.
-¿Qué vos parece, maestro,
deste mal que tengo yo?
-A mí me parece, señor,
ques gran mal de corazón,
faced vuestro testamento,
poned vuestra alma con Dios.
Anónimo.
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