En plena efervescencia republicana, allá por junio del 31, Alberti tuvo la feliz ocurrencia de estrenar un drama teatral sobre Fermín Galán, el héroe de Jaca, legionario que, junto a García Hernández, proclamó la república en las postrimerías del reinado de Alfonso XIII, (Dictablanda), y perdió la vida a consecuencia de ello. La obra contaba los últimos años del insigne militar, guiada por un ciego de los que cantan romances por los caminos, y mientras los episodios más conocidos se sucedían no hubo problema; pero en el segundo acto, armada de bayoneta, hizo acto de presencia la Virgen María, a modo de deus ex machina, se declaró republicana y exigió las cabezas del rey y el General Berenguer.
Las reacciones a la inesperada proposición fueron diversas. A un sector del público le dio por reír, a otros les pareció inoportuno aunar o confundir al héroe con la religión y los hubo que tomaron aquello como una blasfemia contra la fe católica.
Para rematar el cuadro, salió un actor representando a un cura borracho, en alusión al cardenal Segura. El caso es que, al concurrir tantos y variopintos criterios ante la misma estampa, estalló un alboroto que terminó en gritos, amenazas, golpes y carreras. Tuvieron que bajar el telón metálico a toda prisa por miedo a que el tumulto degenerase en un incendio.
Sin embargo, interesados por conocer el final, una vez que se apaciguaron los ánimos, cada cual volvió a ocupar su butaca y la obra terminó de representarse, y estuvo un mes en cartel.
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