En toda pesadilla que se precie, al menos en las que a mí me asaltan, aparece el libro que no se puede leer, porque no hay modo de enfocar las letras que contiene, cada párrafo es un borrón y se convierte en un misterio inviolable, por lo que solo valen conjeturas respecto a su contenido. De este modo he tenido ocasión de tener en mis manos obras perdidas en el pasado, de reputados sabios de la antigüedad, pero que he sido incapaz de descifrar. El consuelo es que igual no estaban traducidas y me iba a quedar como al principio, ignorante del tesoro que esconden. Luego viene esa del libro que cuenta otra historia, distinta a la que conoces, y te hace dudar de si era el mismo, te dieron el cambiazo o estabas distraído cuando la leíste. Ni te cuento la del que tanto querías y no te devuelven, pues malprestaste. Esa la revivo incluso despierto.
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