Trumpy tiene algo de Karamazov. Sí, hombre, del padre, Fiódor Pávlovich, el de los cuatro hermanos hijos de tres madres distintas, que son rusos y muy distintos, en apariencia, y luego no tanto. A ese que en algún que otro capítulo de la novela, por el modo en que se conduce y él reconoce, llaman payaso. Cuando leo esta de Dostoyevsky es que le pongo la cara al progenitor. Antaño no, me la imaginaba, pero ahora se la adjudico. Tiene miga que a un personaje de la literatura clásica haya que vestirlo con esas galas, pero también parecía imposible que algún día alguien con semejantes características pudiese convertirse en presidente de una gran nación, que, todo hay que decirlo, es lo que hace grandes a las democracias, incluso para demolerlas.
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