Se deduce, por la lectura de textos antiguos, clásicos, que el remedio que facilitaban brujas y alcahuetas a las mujeres enamoradas para conseguir la fidelidad de un hombre era una poderosa droga que, dosificada en la bebida, le obligaba siempre a retornar al abrigo de la interesada. Y si al final aquella no era suficiente para someter su voluntad, el veneno impediría que se marchase definitivamente con otra.
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