Era la llanura de Maratón, donde se enfrentaron griegos y persas, el lugar en el que por las noches aún se oía el fragor del combate, pese a los siglos transcurridos. Y las viejas recomendaban no visitar el sitio de madrugada. Los que no respetaron el consejo contaban que allí se escuchaban relinchos de caballos, ruido de armas y gritos de hombres. Hubo quien afirmó ver un hálito espeso emerger de la tierra, que se asemejaba por su caprichosa silueta a guerreros en lucha. De los que esperaron al desenlace hasta el amanecer nadie volvió a saber.
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