Esta mañana he sorprendido a un viejo orinando en la catedral. Con el cuidado que están poniendo en hacerla Patrimonio de la Humanidad, viene un abuelo y se mea encima. ¡Es una vergüenza! Se ha aprovechado de que están de obras y que han levantado un andamio y una grúa enorme entre la puerta de la cripta, la que da al monumento de Vandelvira mirando a otro lado, y el Colegio de Arquitectos, el palacio de los Vélez, que da a la calle Almenas, dejando un hueco muy cuco, tras un contrafuerte, ideal para el alivio. Ahí sólo puede verte la mona o un despistado que callejea, mi menda. He estado tentado de llamarle la atención, decirle algo así como: << ¡Vaya con la tercera edad! >>. Pero, como yo también me estaba orinado, me he retenido. He pensado que tal vez el día de mañana me vea en una situación semejante, por lo que he callado y he seguido mi camino impertérrito, aunque envidioso. Era un abuelo con un abrigo negro hasta los pies y con garrota, un arquetipo de novela de Jesús Tíscar. La suya ha sido una meada como las del nacimiento del Guadalquivir en la sierra próxima al santuario, a lo grande. No he cambiado el ritmo al franquearlo, no fuese que al sacarlo de su tarea me salpicase, por fortuna no ha ventoseado también. Por otra parte, no puedo negar que el sitio era cojonudo, tentado he estado de rodear la catedral, (ponte en mi situación), y volver por si ya lo había dejado libre. Bien pensado, no es lo mismo mear en cualquier rincón que tras el altar mayor de la catedral. Esto último puede parecer muy anticlerical o revolucionario, pero igual no, (creo que para recibir la Gran Cruz de Carlos III hay que ser como mínimo ministro, valga la redundancia). Quizás debía haberle preguntado por su filiación ideológica. He pensado en Franco, que está siempre de actualidad, porque tenía fama de retener la orina durante las horas que duraban los consejos de ministros, aunque luego nos enteramos de que sufría próstata, y más tarde de que tenía un huevo menos. Así he distraído la atención y con impasible ademán he conseguido llegar a mi casa, que cae lejos.
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