Uno de los mejores momentos de mi infancia era aquel en el que mi padre nos acompañaba a ver los dibujos de la Pantera Rosa, que pasaban por la tele. Alucinábamos viéndolo descojonarse, a él que siempre andaba tan serio y repartiendo leña. No terminábamos de comprender qué tenían aquellos episodios mudos que lo hacían tan vulnerable, parecía humano. Una pena que las notas no las diesen los domingos, que era cuando echaban al felino. O felina, yo siempre barrunté la existencia de otra pantera más sugerente. Tal vez soñé.
1 comentario:
Papá, pobre Papá......
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