Yo de Isabel II voy a recordar lo del jamón serrano. Resulta
que en los inicios de este siglo saltó la alarma por lo de la gripe porcina,
que es un virus que de cuando en cuando asoma y se lleva por delante miles de cerdos a
cambio de miles de euros de las aseguradoras, es cíclico. Eso no impide que su
carne termine convertida en embutidos y se consuma alegremente; <<lo que
no mata engorda>>, dice la sabiduría popular. Pues bien, en aquella
ocasión los británicos se pusieron muy serios, y estirados, y prohibieron la
entrada en sus fronteras de productos cárnicos provenientes de España, es decir
de los chorizos y jamones, para disgusto de los ganaderos y Carlos Herrera, que
hablaba en la COPE. Aquello era un asunto muy serio, según los contertulios,
que tuvo cierto alcance diplomático, pataletas y poco más, lo de la Armada
Invencible, Gibraltar y todo eso. No llegó la sangre al río. La cuestión es que
el gobierno inglés no había valorado lo suficiente las consecuencias de la
medida. Es bien sabido que la reina de Inglaterra degustaba con asiduidad el jamón
de Jabugo, no perdía ocasión de llevarse a la boca una loncha de jamón de
bellota, con la corona puesta, que se le deshacía en la boca entre babas y
lengua con riesgo para esta. Todo el mundo que lo ha probado sabe la sopa que
origina entre los dientes. Verse privada de tal deleite era sin duda una
cuestión de Estado y para tal circunstancia la Casa Real se buscó un
subterfugio para que la monarca pudiera satisfacer su gastronómico capricho. No
sé con exactitud cuál era, tal vez no se trataba más que de un bulo, el caso es
que a Buckingham llegaron dos jamones de pata negra que sirvieron de consuelo a
la reina hasta que se levantó la veda. Es difícil que creer que el duque o el Carlos
no se llevasen algún que otro taco a escondidas. El caso es que con los dos
perniles soportaron el chaparrón sin que se enterasen más que los criados y los
que escuchaban la COPE. Con eso y con algún que otro viaje a Mallorca a visitar
a los primos, a sabiendas de que en la casa de estos nunca faltaba un plato; de
hecho, a Arabia también llega, pese al Corán. Por lo que se deduce, a modo de
conclusión, que los de la casa de York, (de Windsor no rima), alguna excepción, no han sido
nunca vegetarianos.
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