El papa Formoso, (816-896), pasó a la historia porque una vez muerto fue juzgado y excomulgado públicamente. Nueve meses después de su fallecimiento, sus restos fueron exhumados para ser condenado en un concilio que se convocó expresamente para ello y fue conocido como el Concilio Cadavérico. Lo vistieron con los atributos del papado y le leyeron los cargos hallándolo culpable. A continuación anularon su elección como Papa, le despojaron de sus vestiduras y le arrancaron los dedos de la mano derecha con los que en vida impartía bendiciones. Pero lo más sorprendente es que volvió a ser juzgado al inicio del siglo X, y nuevamente condenado. Sus restos fueron arrojados al Tiber para que despareciese definitivamente, pero por alguna extraña razón, (la intervención de las redes de un pescador),terminaron en la basílica del Vaticano.
Jean-Paul Laurens, lo ilustró así.
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