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miércoles, 23 de mayo de 2012

Es un cuadro, señora.


Andaba Émile, Henri, Henri Émile Benoìt Matisse, Matisse para los amigos, vamos, de exposición en exposición, alterado, como una fiera enjaulada. La causa es que sus cuadros causaban escándalo y no encontraba compradores, y ya le dolían los pies de tanto moverse. Le dolían y le olían, y el aliento de lo seca que tenía la garganta de tanto hablar. Entonces, una mademoiselle de buena familia que ocupaba sus abundantes y ociosas horas en visitar a los monos del zoo o a los pintores de Montmartre, sin saber que el artista estaba allí, (pues aunque lo vio parecióle un mozo de cuerda), dijo en voz alta mientras contemplaba uno de los cuadros: "¡Qué mujer tan fea!"
Émile, Henri, Henri Émile Benoít Matisse, Matisse para los amigos, vamos, le espetó muy serio: "No es una mujer, señora, es un cuadro."
Después se enteró de que la joven compró uno a Picasso y esa noche no pegó ojo. 

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