Han visto al joven aventurero belga, Tintín, merodeando por la Casa de Campo de Madrid a horas intespectivas o de mucha caló. Algunos lo han acusado de racista porque no respondía a las palabras que las mulatonas le lanzaban a diestra y siniestra, y caminaba indiferente, sin mirarlas siquiera, entre tanta teta y culo desnudo e impúdico.
Otros dicen que es que el muchacho es hijo de una familia pequeñoburguesa muy católica y no quería pecar ni con el pensamiento, y estaba como probando su fe y se ha ganado un sitio en el Cielo porque no ha cedido a las tentaciones del maligno, al contrario de lo que le hubiese sucedido al Cabrera que está más que condenado.
Y también dicen unos malpensados que es un poco lolailo y por eso no se paraba, que iba a lo suyo, un poquito más arriba, donde hay más ambiente.
Yo creo que lo que pasaba es que iba de aventura y se equivocó de historieta. Eso o que se le había perdido Tornasol, el Rompetechos belga, que ha confundido una puta con un buzo, o el Haddock, que igual ha pillado una cogorza de espanto y ha naufragado entre nalgas. A saber.
La gente habla por hablar.
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