¡Viva la muerte!
Le gritó a don Miguel, catedrático de Griego y rector en la Universidad de Salamanca, un mutilado de guerra que había hecho la ídem con Franco en Marruecos. Y él le respondió que eso era como decir ¡Muera la vida! Y añadió, dirigiéndose al pregonero, que por ser invalido igual deseaba una España llena de mutilados, para no sentirse distinto.
Entonces el general Millán, cabreado, cojo, manco y tuerto, gritó y repitió de nuevo: ¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la muerte!
Y a empujones salió el bilbaíno del brazo de Carmen Polo De, que no faltaron entre los más exaltados ganas de darle matarile.
Allí dijo aquello de "venceréis pero no convenceréis", una frase que pasó a la historia y que aún fuera de su contexto no deja de ser arma arrojadiza.
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