Por no quitarse el sombrero ante el señor de Habsburgo, castigaron al suizo Guillermo Tell a clavar una flecha en una manzana puesta sobre la cabeza de su propio hijo.
Dos flechas pidió como gracia y desde 80 pies de distancia tiró la primera y acertó a la fruta sin herir al niño.
Le preguntó entonces el tirano para qué había exigido otra y Guillermo le respondió: si hubiese fallado con la primera y matado a mi hijo, la segunda la hubiese lanzado contra tu cabeza.
Por su osadía fue encarcelado y queremos imaginar que su retoño esa noche cenó manzana.
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