
Blaki era el matón del barrio. Desde sus años de escolapio almacenaba odio en su corazón contra todo el género humano. Y nunca nadie supo el por qué de aquello. Merodeaba por mitad de las calles pisando con chulería el asfalto, sorteando coches, buses y motocicletas. Tenía un no se qué de torero que lo hacía distinguido y daba al barrio aires de monumental. Encendía un pito y lo fumaba como si fuese a entrar a matar con él. Los pizzeros motorizados le rodeaban con respeto. Más de una mocita, y no tanto, le hizo gestos obscenos alguna vez mientras lo veían sortear vehículos. Blaki ni se inmutaba. Un día se convirtió en estatua de sal y lo hicieron polvo dos trolebuses y una cuadriga romana desbocada. Vinieron los barrenderos muy temprano y a golpe de manguera sacaron de allí lo que de él quedase. Un barrio de esta calaña no se merecía héroes de esa casta.
2 comentarios:
Muy buena historia, me ha gustado mucho. :)
Me alegro. Siempre que encuentres algo por aquí que te guste no dejes de manifestarlo. Uno necesita satisfacer su ego de cuando en cuando. Gracias.
Publicar un comentario