
El Hombre de Yerro se materializó una tarde de puente en plena operación salida. Superviviente del choque de un satélite experimental ruso con el camión cargado de uranio enriquecido que conducía camino de Motril. Su cuerpo sufrió una transformación metabólica de consecuencias inesperadas. Los médicos no se explicaban tal fenómeno, los peritos no salían de su asombro y la prensa sensacionalista lo catapultó a la fama invitándolo a las tertulias televisivas. Jack Matew, el Hombre de Yerro, sin embargo, no tenía corazón y no le importaba. Rompía así el viejo mito del hombre de hojalata preocupado por poseer uno. Él sólo tenía intereses metálicos y un día decidió asaltar el fortín de Fort Knox para hacerse con el oro. Si lo consiguió o no, es parte de otra historia.