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lunes, 14 de abril de 2025

La República fantástica

Nació la República de unas elecciones municipales, encabezada por los liberales, conservadores y católicos unos, progresistas otros, pero todos defensores del estado de derecho y la propiedad privada. A los liberales progresistas se sumaron los socialistas, que no creían en la República que representaban aquellos, por considerarla burguesa, pero necesaria como paso previo para implantar el socialismo. Para los independentistas, oportunidad de hacer realidad su sueño, es decir, convertirla en república de repúblicas, y después independencia. Para los anarquistas indiferente, porque no solucionaba los problemas de la clase trabajadora. Y para los monárquicos un drama. Bastaron dos años para que vencieran los conservadores, con el voto de la mujer. Pero se impidió a la CEDA formar gobierno, sino con los reformistas, porque así lo quiso el presidente de la República, que era católico. En tan breve período de tiempo, golpe de Estado, Casas Viejas, y reformas que no cuajan. Después Revolución de Otubre y escándalos como el del estraperlo. Más tarde, victoria en las unas de una alianza de liberales progresistas, independentistas, socialistas y comunistas, (en crecimiento), cada cual, con su propia hoja de ruta, pero con la pretensión común de que los republicanos claudicasen. Contrarrevolución y revolución, una larga guerra civil, más de un millón de muertos, exiliados y represaliados, Dictadura y gobiernos en el exilio. Ningún apoyo de las democracias internacionales, que temían la expansión de la revolución y la pérdida del monopolio de minerales y cítricos. Resolución de la ONU en el 50, que levantó sanciones al régimen filofascista que condenaron cinco años antes, y hace socio en el 55. Triste balance de un período. La República en el exilio se disolvió y quemó sus símbolos en el 77, porque sus representantes aceptaron la monarquía constitucional. Pero el mito se perpetúa.


Llosa, el Vargas

Vargas Llosa no ha sido santo de mi devoción, sino personaje mediático, de política y del Hola. No le pillé el punto a los perros ni a las prostitutas de la selva. Solo cuando Lituma visitó a los mineros, quise ver en su aquelarre un guiño a Dionisos, que igual fue cosa mía y no suya. Lo del Nobel va por suscripción. Ahora harán buen negocio los sucesores. Ahí en las estanterías se acumulan junto al polvo libros de esos que se compraban en los quioscos, regalos de reyes y otros equívocos, por lo del boom de lo americano. Creo que será más recordada la Preysler, o la misma Ayuso. Ya sé que voy de caminito a infierno.


viernes, 11 de abril de 2025

Ángel divino

De los pueblos siempre hay anécdotas de vecinos muy brutos, por no decir poco civilizados, de esas que conviene narrar por curiosas o porque dan alguna enseñanza. Este fue uno de aquellos casos que tienen dos partes. La primera la protagoniza el Antonio, que era muy bueno por simple, querido todos, aunque se reían de él. Murió frito por un rayo que cayó en mitad de un partido de futbol contra los de la localidad cercana. El suceso, pasada la sorpresa, desembocó en un mar de risas, que dio para varios días cada vez que se rememoraba la escena fuese en el bar, en las eras o la salida de misa. El entierro fue fecundo, en chistes y bromas, a la memoria del muerto. El Antonio se apoyaba en el marco metálico de la portería para ver mejor entrar los balones y allí dejó la vida. Bien es cierto que todo podría haberse evitado si se hubiese suspendido el partido, pero a nadie preocuparon cuatro gotas, por gordas que fuesen y las acompañasen rayos y truenos.

La segunda parte de la anécdota la traía Manolito el de la Carmen, sujeta de unas riendas, que, por encargo del Antonio, le había comprado un burro ese mismo día, a unos gitanos en el camino que llevaba de Lucena a Puente Genil. Era tan buena la planta del asno que cuantos lo vieron llegar al pueblo, a la que le contaban la muerte del Antonio le preguntaban por el precio de aquel. Manolito reía con la primera, pero quiso guardarse la respuesta de la compra, porque el negocio podía serle beneficioso; pero pronto empezó a cansarse de que todos sus vecinos le incordiasen con el óbito y la curiosidad, de que hablasen más de la cuenta y le señalasen, o le exigiesen cuentas, que no les interesaban. Y como muchos los pesados, que no parecía tener fin, quiso cortar aquello por lo sano y aclarar el trato. De este modo, al poco de que se enterrase al Antonio, una noche, sin decir esta boca es mía, tomó el cirio pascual de la iglesia y se subió con él al campanario. Serían pasadas las doce y media cuando se puso a tocar las campanas, con las que despertó a los somnolientos y alarmó a los insomnes, por lo que todos en el pueblo corrieron a la plaza a conocer la causa o motivo del repique. Así que vieron luz en el campanario, como la del faro de Alejandría, lo tomaron por milagro y creyeron que era aparición, anuncio del cielo, el alma en pena del difunto que regresaba como Lázaro del Infierno a darles una señal.

Se juntó el vecindario, unos contagiados por otros, a contemplar el prodigio y estos rezaban o cantaban, aquellos callaban, incluso los había que tentaban la huida. Tan llena estaba la plaza que, Manolito, animado por su éxito en la convocatoria, a grandes voces, puso orden y ordenó silencio.

- ¿Estáis todos? – preguntó a la concurrencia.

- Sí – le contestaron al unísono, hombres, mujeres, ancianos, viejas, niños y mozas, todos cuantos allí se agolpaban.

- ¿Estáis todos? – repitió de nuevo.

- Sí – corearon otra vez.

- ¿Estáis todos? – insistió.

Y a esta le respondieron, guiados por la intuición.

- Sí, ángel divino.

- Ea, pues catorce duros costó el pollino.


martes, 8 de abril de 2025

Ron Jeremy o el Mercurio del porno

Ron Jeremy humanizaba el porno. Era algo así como la figura del gracioso en el teatro del Barroco que, al irrumpir entre los nobles o dioses del Olimpo con sus giros y chacotas, le aportaba credibilidad a la posibilidad se ascender en la escala social y disfrutar el sexo para ricos. El intermediario entre el hombre de la calle y la divinidad de Venus, un Mercurio para pobres, vamos. De este modo cualquier consumidor de pornografía, tomándolo como ejemplo, podía soñar con la posibilidad de rodearse de beldades y hacer el triple salto mortal sin necesitar de viagras ni miedo a romperse la crisma. Era un tipo que generaba simpatía al aparecer por donde menos podía imaginarse uno, y ponerse a funcionar con más gracia que cualquier musculitos.

A Ron Jeremy dejamos de verlo en el porno, porque se fugó a la serie B, y empezó a hacer otros papeles algo más serios, sin el mismo éxito que en su anterior etapa. Todo el que lo veía fuera de su ambiente sospechaba que echaba en falta sus affaires con las starlets del X. 

Desde que Ron perdió juventud y fama se le han acumulado denuncias y juntado días de cárcel. Igual, después de estas, escribe sus memorias y vuelve a hacerse rico. Es posible que Hitler, en caso de haber coincidido ambos en el tiempo, le hubiese librado de ir a un campo de concentración, por lo de ser judío, más que nada gracias a su pintoresca carrera. Existe una comunidad hebrea en los EEUU que ha propuesto que le hagan un injerto de prepucio para que deje de ser judío. El mundo va muy, pero que muy loco.


domingo, 6 de abril de 2025

Por un lote de libros

Me hace gracia que existan concursos de literatura que te obsequian con un lote de libros. Entiendo que al principio pueda sonar bien, porque eso de que te regalen muchos, si eres lector, es una gozada. Pero luego resulta que esos tochos no eran precisamente los que habías soñado, sino los que la editorial, la administración o quien organiza la rifa tiene de sobra en el almacén, y no sabe cómo desembarazarse de ellos. Es dura esa realidad de abrir el paquete y no encontrar nada que te guste, y ya piensas en los que vas a regalar a los amigos o a la biblioteca del instituto. También puedes disimularlos en alguna librería de esas que compran y venden, y llevarte de segunda mano los que de verdad te interesan. Recuerdo aquel lote de comics que me tocó en cierta ocasión y que me hizo muy feliz, porque era inocente, ignorante y me bebía todo. Creo que de aquellos no conservo ni uno, fueron flor de un día, gozo, más que nada, de ir cargado por la calle de la Feria con un gran tesoro, arropado por el aroma del azahar que invitaba a imaginar que el mundo de la historieta era mío porque me había llevado un premio, recogido en el Potro.


jueves, 3 de abril de 2025

Un continuará y un hermano macaco

Yo me enteré de lo que era un continuará con un cuadernillo de El Guerrero del Antifaz, que me compró mi padre en la estación de Atocha en cierta ocasión.

- Pero si esto salía cuando yo era chico – me dijo, tomando un ejemplar del escaparate de una tienda de prensa.

Se titulaba Libertando Cautivos. El Guerrero daba un puñetazo en portada a un guardián ante la mirada atónita y sorprendida de los prisioneros, y en sus páginas salían los hermanos Kir, la bella Zoraida y juraría que el Conde de los Picos, y por supuesto Fernando y el Guerrero. A espadazos liberaban a miles de cristianos, presos de Alí Kan, Olián o alguno de aquellos tipos de turbante y perilla. Lo pasé pipa mientras nadé en su lectura, pero al llegar al final, donde remataban las viñetas, se podía leer aquello de “continuará” y quedé perplejo; e interrogué a mi padre al respecto, porque nunca antes lo había visto.

- Eso quiere decir que la historia sigue en otro número – dijo, y le tomé la palabra.

Desde ese día, todos los sábados íbamos al kiosco de prensa del barrio y mi padre pedía el periódico y el último de El Guerrero. A mi hermano le compraba un número de Tarzán, de aquellos de la editorial mexicana EN. Mi hermano se sentía fascinado por el personaje, porque era el rey de los monos, y él estaba convencido de que era un ídem. La culpa era de mi padre, que le decía monito. Un día en la tele pusieron un documental de monos, donde salían unos por las ramas, y mi hermano gritó dando un salto que eran su familia. Este tipo de declaraciones no agradaban a mi abuela Visitación, que nos leyó varias veces la cartilla con indignación y aseguró que no era ningún macaco. Esta historia, sin embargo, no tuvo más continuación, aunque sigo apreciando ciertas semejanzas entre ellos, ahora más con los gorilas.


miércoles, 2 de abril de 2025

De cuando grabamos lo de Star Wars

Entonces no había móviles, pero te las apañabas con unas cintas magnetofónicas, no para hacer un vídeo sino un serial. Tenía mi amigo Javi Mesa dos vinilos, creo que eran, con la banda sonora de La Guerra de las Galaxias y, aprovechando que disponíamos de los cómics de Bruguera, decidimos grabar los diálogos con la música de Williams de fondo. Yo creo que la idea nos la dio la edición musical de La Guerra de los mundos, la de Orson Welles, que entonces salió en disco, pero de la que ponían partes en la radio, para que la comprases. Javi la tenía, pero en inglés, porque se notaba menos el falsete, según sostenía muy serio. Aquello nos motivó a leer el libro también. Por todo ello formamos un grupo de amigos y alguna amiga y nos pusimos a la tarea de hacer lo propio, pero con la obra de Lucas. A Fernando le tocó hacer de Han Solo, y a Verónica, la francesa, de Princesa Leia. Javi se ocupó de poner voz a Luke y yo me hice cargo de C3po y Darth Vader, que imitaba a la perfección con ayuda de una tapa de un bote enorme de caramelos. Con la improvisada colaboración de algún que otro amigo, le fuimos dando voz a todos los personajes y en unas pocas de tardes, aquellas en las que no sufrimos demasiadas interrupciones, conseguimos una cinta muy chula con toda la historia. La pena es que de tanto parar, grabar sobre lo grabado y oírla se terminó rompiendo, y aunque repetimos la experiencia varias veces, por diversos motivos ajenos a nuestra voluntad de conseguirlo, las nuevas versiones no nos salieron igual de bien que la primera. Al final las perdimos todas, pero lo pasamos estupendamente mientras duró la fiebre.


viernes, 28 de marzo de 2025

James Bond contra los progres

Fue cuando fui a la librería García Lorca, aquella que había en mi barrio de Saconia y regentaba un cura que era comunista, con intención de comprarme un libro, cuando le empecé a coger ojeriza a los progres. Era el 79, es decir que tenía 13 años, y yo entonces estaba muy sugestionado por todo lo que venía del espacio, de cualquier galaxia muy, pero que muy lejana. De tal modo que no perdía oportunidad de hacerme con todo aquello que oliese remotamente a Star Wars. Ya tenía los cómics de Marvel/Bruguera de Chaykin, los cromos de Panini, las novelas de Alan Dean Foster y Brian Daley, y continuaba completando mi colección con otras series como la de Galáctica o Alien, el octavo pasajero. También estaban los cómics de 1984 y después Cimoc. Pues bien, ilustrado por mi amigo Javi Mesa, que era tan o más friki que yo, (aunque entonces no se nos llamaba así, sino galácticos, según nuestro compañero Gabriel), nos dirigimos a la librería con la intención de hacernos con el libro de Moonraquer, la novela de Ian Fleming, (C. Wood), en la que se inspiraba la última peli entonces de James Bond, que versaba sobre los viajes espaciales y salían unas lanzaderas de las de la NASA, pero también unas tías espectaculares en la portada. El libro era una edición de lujo de Bruguera. Total, que nos presentamos allí y no estaba el cura, que era con el que mejor nos entendíamos, pero sí un par de juveniles sujetos con barbas de cuatro pelos, jerséis de aquellos gordos de lana y zapatos de piel vuelta que se miraron con suficiencia, alzando las cejas y esbozando media sonrisa, cuando hicimos nuestro pedido. Después de tragarnos sus despectivos gestos de superioridad tuvimos que aguantar una sarta de improperios sobre el capitalismo y el negocio editorial que, sinceramente, nos traían al pairo. El caso es que después de aguantar sus mordaces comentarios nos salieron con que no lo tenían, que era por donde debían haber empezado. Por lo que salimos sin despedirnos y nos piramos hasta el Corte Inglés del Princesa, que era donde no faltaba de nada, y terminamos con nuestro ejemplar de Moonraquer, que era tan malo como la película, pero para nosotros un billete a otro planeta.


lunes, 24 de marzo de 2025

La de Coronado y Sujeto Darwin

Fue en el rodaje de Sujeto Darwin, el corto zombi cordobés con guion del Amaro, cuando dejamos sin comer a Coronado, el actor de Puente viejo, la serie de Antena 3, esa de la hora de la siesta que tuvo miles de capítulos. Supongo que se le pagó religiosamente por su participación en el filme y que incluido estaba el plato de arroz de un perol que se preparó al efecto, para satisfacer el hambre de técnicos y extras. Pancorbo y yo llegamos tarde, y no nos disfrazamos. Allí andaban, entre otros, el Cáceres, muy metido en su papel de muerto viviente, y el doctor Muñoz con los ojos muy abiertos. El caso es que llegó la hora del condumio y se repartieron platos y cucharadas de paella, y los que ya dije que llegamos a destiempo no quisimos quedarnos con hambre. Sin decir esta boca es mía, nos dedicamos a engullir el contenido de unos platos que parecían haber sobrado, deliciosos, por la hora más que otra cosa. Asomó entonces el Coronado, que había estado atendiendo una llamada, exigiendo el suyo, pero ya no quedaba, por lo que montó un escándalo de cojones. Ya lo apaciguaron con la promesa de hacer otro perol, pero ese día no comió hasta las cinco la tarde, por lo menos. Nosotros callamos y huimos por café, ahora lo contamos y nos reímos.


domingo, 23 de marzo de 2025

Los huevos de Trump

Ahora que Trump habla de huevos, porque lo nos tiene, me viene a la memoria el dato del famoso de Colón, con el que éste quiso demostrar la esfericidad de la Tierra a los Católicos, la Isabel y el Nando. Igual que ha hecho suyo el Golfo de México, el yankee es capaz de reclamar el del almirante por la escasez de eggs en su country, con eso de America First que repite tanto. Yo creo que lo que había que hacer era enviarle la receta aquella de posguerra, la que inventaron las monjas durante la persecución roja, la de la tortilla sin huevo; o que eche mano, si puede, de la química de los nazis, y en vez de caucho fabrique yema.


sábado, 22 de marzo de 2025

El woke y el otro

La castaña que vienen dando de un tiempo a esta parte con lo "woke", que no es sino lo "progre" de toda la vida. Primero nos castigan los más puristas con aquello de que usamos y abusamos de anglicismos, pero luego le cogen gusto a la palabreja que viene de fuera, porque la tienen en la boca los más recalcitrantes de allende de los mares, los que se aprenden las sagradas escrituras de memoria. No seré yo el que salga en defensa del progre, o del woke, que no deja de ser un sujeto cansino y con poca imaginación, temeroso del apocalipsis y creyente en la bondad del género humano. Pero tampoco voy a reírle la gracia a los que viene con lo contrario, que es lo de antiguo: quemar brujas, volver al camisón del agujero, o sufrir en este valle de lágrimas; porque si hemos llegado hasta aquí no ha sido precisamente gracias a ellos, sino a tipos que pusieron en tela de juicio sus mezquinos valores, ya en el siglo XV, ya en el XVIII y en los sucesivos. Y ahí lo dejo.



miércoles, 19 de marzo de 2025

El día del padre

Un día descubres que eres padre porque a tu alrededor hay unos pequeños que crecen y te lo llaman. No terminas de asimilarlo ya que no era algo que entrase en tus planes, ni que hubieses preparado porque no existen academias ni universidades al respecto, tú siempre fuiste hijo, pero sin saber del todo cómo te lo has ganado. Pronto descubres que no eres sino el padre de aquellos niños, y por ellos te conocen y lo demás no importa. Un conjunto de problemas que no eran tuyos empiezan a entorpecer tu vida y tienes que desdoblarte en dos o tres sujetos más para sortearlos, con mejor o peor fortuna. Al final te ves rodeado de gente que no acabas de conocer, porque se han convertido en otras personas, con cosas que no son las tuyas, pero que te quieren y a las que has tomado cariño. El caso es que una vez que pasas por ello ya no hay marcha atrás, serás padre el resto de tu vida.


sábado, 15 de marzo de 2025

Elogio del Penthouse

Penthouse era la publicación más vendida a finales de la década de los ochenta. A las pruebas me remito. Su periodicidad era mensual y si no espabilabas no la encontrabas en los quioscos, en una época en la que había uno cada cien metros. Y entonces te veías abocado a un peregrinaje inútil del deseado ejemplar que se resistía a ser encontrado, todo un drama. Era habitual tropezarse en las inmediaciones de un puesto de prensa a alguien, o varios, que también lo buscaban, y terminar convirtiéndose en un equipo como el que fue a la Cólquida por el Vellocino. Si no se tenía éxito en la empresa, el quiosquero distribuía otras publicaciones de ínfima calidad a los incautos. En muchas ocasiones sospeché que la ausencia de la revista no era sino un truco para eliminar el stock almacenado. El Penthouse era más popular que el Playboy, porque este era algo insulso, tenía pocas fotos y resultaban algo frías, por la inexpresividad de sus protagonistas. En el Penthouse se duplicaban las páginas, eran más explícitas y salían, en un ambiente vaporoso, unas señoras espectaculares, de permanente algodonada, con unos balones descomunales que se te subían a la cabeza y no te dejaban conciliar ese día el sueño. Era una revista muy repasada y no siempre prestada, el lector del Penthouse era celoso de su tesoro. Se refugiaba en las carpetas, entre los apuntes de la Asquerino que versaban sobre los primates y la Pebble culture, o entre las disquisiciones del Marzoa respecto al problema del ser presocrático, o el pienso luego existo, el modelo cartesiano; y hacía las clases menos monótonas. De este modo accedía a la facultad de Filosofía y Letras, con pleno derecho, como el manual de cualquier otra materia. Los amigos de Bellas Artes, que migraron a Sevilla, lo adquirían con la excusa del estudio anatómico, por aquello del dibujo de músculos y nervios, pero luego no se hacían con el lápiz porque siempre tenían ocupadas las manos. Tuve la suerte de que mi hermano, en uno de sus viajes al extranjero en los que se dedicaba a repartir llaves sobre el tatami, me trajo uno de la edición inglesa, que guardé durante muchos años como oro en paño bajo un montón de camisetas, calzoncillos y calcetines. En la portada Samantha Fox, muy sonriente, hacía amago de quitarse el bikini. Era la chica que nos acompañaba a todas partes. Internet acabó con aquel trapicheo, ese ir y venir, furtivo y clandestino. Ahora todo queda en la nube.


domingo, 9 de marzo de 2025

Un profesor, un monje, un obispo y dos fachadas

Yo tenía un profesor que definía la siesta como el yoga español. Este se llamaba Eloy y daba Historia del Arte en COU. No empezamos con buen bien porque me suspendió la primera evaluación, pero con el tiempo fuimos sintonizando. Creo que ayudó mi habilidad con el dibujo, tan mala como ahora, pero que siempre, como trampantojo, me permitió enseñar lo que en realidad no había. La anécdota surgió a raíz de unas fotocopias que repartió y contaban lo del Románico. Allí encontré un hueco y dibujé un monje y luego un obispo, con mitra y báculo, con la ayuda de un rotulador de aquellos de punta fina. Por un azar del destino, Eloy tomó mi hoja y la usó de chuleta para dar la clase. Al describir a los intrusos, la perplejidad cundió entre los discípulos.
- Maestro, ¿dónde viene eso? - le preguntaron.
Para deshacer el equívoco tuve que confesar mi falta.
- Eso lo he dibujado yo.
Al maestro le sorprendió el trazo y rio la gracia.
Para otro día me encargó unos dibujos de las fachadas de Santa Marina y San Miguel, parroquias de Córdoba. Que esbocé in situ y entinté en casa. Con ellas hizo copias y las repartió entre los compañeros. Los originales se los guardó, no sé con qué propósito, supongo que bueno. Al pie de una de las fachadas, el aire se llevaba un papelote con mis iniciales. De entonces a que acabó el curso, siempre hubo oportunidad de charlar de arte y técnicas. Las notas mejoraron, y eso que había una compañera que me quitaba el sueño. Todo voló, como mi firma en un papel dibujado.

El oso del zíngaro




 

Las ranas del conservatorio, en Jaén

No es raro escuchar un concierto de ranas en el nuevo conservatorio de Jaén, ese que están terminando en lo alto de la Atlántida, dicen los expertos. Es por las tardes, cuando ya puede verse Venus, si es que no hay nubes, el rato en el que entonan su canto grave. Es un croar constante, repetitivo, armonioso, popular, - como el regüeldo -, que tiene algo de comedia de Aristófanes, aunque faltan los sofistas, pero no andan lejos. Yo sospecho que estas ranas, (igual son sapos), tienen intención de hacerse con las aula cuando lo terminen, o por lo menos con el auditorio, porque los bajos ya son suyos. No sé como andan los batracios de protegidos, igual tienen menos derechos que los perros; y cualquier día vienen los del saneamiento y hacen la limpia de la charca, sacan a la luz la muralla del calcolítico y los expulsan al alcantarillado hasta la próxima inundación. No creo que tengan valor de hacerlo, pero de los políticos puedes esperártelo todo. Ahí la tienen liada con si habrá o no dotación, tambores y flautas, tubas y xilófonos, para todos; el caso es hacerse notar, cortar la cinta de la inauguración, hacerse la foto y si te he visto no me acuerdo. Yo confío en que las ranas canten alto, si llega ese día, para fastidiar y que el discurso de aquellos se confunda con el suyo. Al menos, ya tenemos coro.


sábado, 8 de marzo de 2025

Tambores para la vieja diosa

Al pronto lo de los tambores y el color morado me ha puesto en alerta porque creía que nos tomaban por asalto las cofradías semanasanteras, actuando más temprano de lo que les corresponde este año, que es para abril, según creo. Las capuchas por la lluvia han ayudado al despiste. Lo que no me casaba eran los paraguas en vez de cirios luminosos, pero que podían ser palios. Y luego me he dado cuenta de mi error, porque el día es otro. Me he acordado también de los tambores de Calanda, el pueblo de Buñuel, que son los que asomaron entre el público cuando se hizo la inauguración de las olimpiadas aquellas de Barcelona. Al compás del ritmo tamborilero se hace un baile, un vaivén, que trae algo de oriente, como de culto indú a alguna diosa, Kali, o por el estilo. Será deformación profesional, pero yo veo en todo esto una singular deriva a lo religioso, de símbolos y frases hechas, oraciones repetidas, exorcismo contra el Diablo. Y ahora que lo he dicho, que me condenen.


viernes, 7 de marzo de 2025

De cuando había madres

De antiguo no era feo ser madre, que era una señora que antes de que te levantases ya te estaba vistiendo y luego te daba manotazos de agua fría en la cara y con esas te peinaba después a raya. Sin mucho protocolo te plantaba un tazón con galletas y cuando menos te lo esperabas te ponía de patitas en la calle para que te fueses al cole, que estaba lejos, pero llegabas andando acompañado de tu hermano chico, ese que iba lanzando la cartera por los aires y recogiéndola del suelo. Ya no volvías a verla hasta que asomabas por casa, cuando se hacía el intermedio entre la mañana y la tarde, que la jornada era partida, y entonces te mandaba por pan o leche, en ocasiones también por un tambor de Colón. Después te despedía a jugar a la calle hasta que a voces te reclamaba para sentarte a comer. Era conveniente no acudir antes porque no era raro que hubiese fregado. Si te encontrabas la puerta abierta era mala señal y no convenía entrar. Unas veces porque el suelo no se había secado y otras porque se había enterado de alguno de tus estropicios y te esperaba escondida detrás de aquella, armada de zapatilla de paño o de la paleta de freír. El padre solía usar para los mismos menesteres de zapato o cinturón, porque ella afirmaba que se hacía daño en la mano. Muchas veces todo quedaba en manotazos, que se esquivaban con facilidad si te movías con arte y llegabas al refugio que había bajo la cama. La zapatilla era el arma favorita de las madres, una especie de estrella de ninja, un shuriken de esos, o bumerang que llegaba a todas partes, muchas veces sin ser esperado. Una madre también era esa señora que te sacaba del partido de futbol de la plazoleta, te limpiaba los churretes con el pañuelo empapado en tu saliva y te llevaba de visita a la casa de una señora amiga suya, y allí tenías que estar muy quieto y callado. Si te removías un ápice, o pedías de beber, incluso de comer, la madre te miraba con cara de demonio y corrías el riesgo de llevarte un repizco. A veces protestabas lanzando un ay lastimero y hacías que quedase mal; “mujer, deja al chiquillo”, le decían, pero en casa se vengaba. Una madre también tenía respuestas para todo, y poco te importaba si estaba o no en lo cierto, ella lo decía y basta. También te defendía, aunque primero te daba dos sopapos después de oír hablar a la maestra. Tenía la fea costumbre de vestirte para bodas y comuniones con ropas estiradas que no te dejaban moverte, y además picaban. Era, en fin, la madre, menos grata que la abuela, un personaje que no faltaba en ninguna casa; y si faltaba acudía una vecina que también lo era y tenía las mismas herramientas, pero no el mismo tino con las comidas.


martes, 4 de marzo de 2025

La perra vida o del cínico capado

Qué hay más perros que niños es una realidad, basta con darse una vuelta por el barrio y comprobarlo. También más perras que niñas, todo hay que decirlo. Cuando yo jugaba en la calle había muchos perros sueltos, de raza incierta, se les tiraba piedras y en ocasiones te daban un mordisco, y podía darte la rabia, te decían los coleguis muy serios. Los perros se sumaban de manera espontánea a los juegos o desplazamientos de la infancia, por los eriales y descampados, y a la entrada y salida del cole. En ocasiones alguno asomaba las orejas o el rabo por la puerta de la clase buscando a su amo, y tenías que salir a echarlo o, con la excusa, acompañarlo hasta la casa. A veces, estos perros se dedicaban al fornicio a la hora del recreo y desde el otro lado de la valla dábamos clase de naturales sin saberlo. Alrededor de una perra en celo se arrejuntaban diez o doce, sin comprender de dónde salían, debía de ser cosa del olfato. Muchas veces, cuando las tardes se hacían largas, buscábamos el modo de emparejar a alguno, con muy poco éxito, hasta que decidíamos cazar gatos o lagartijas. Estos perros se lavaban poco y solían comer sobras o arroz cocido bajo la mesa de la cocina. Meaban en todas las esquinas y cagaban mierda seca, que no se pegaba, mezclada con granos de cebada silvestre. Los únicos perros con collar que recuerdo eran los que cuidaban los jardines de los chaletes, que ladraban mucho y salían poco, y siempre con correa y bozal. A mi me gustaba ladrarles y que se volvieran tarumbas de la rabia. Recuerdo que conseguí imitar muy bien el ladrido de un pastor alemán muy cabroncete que siempre me asustaba. Igual le estaba insultando, sin saberlo. Había un bulldog muy amanerado del que nos burlábamos, y el pobre nos lloriqueaba desde el otro lado, y ya era el descojone. Los perros del común aullaban o gemían si les pisabas el rabo, y sólo ladraban cuando lo hacía otro desde muy lejos, para comunicarse. Estos perros eran muy gregarios y se pegaban como ladillas. Aparecían sin llamarlos y era difícil darles el esquinazo. Algunos se sentaban entre los porreros y pasaban unas tardes muy recreativas, con la lengua fuera y las orejas gachas, empalmados y felices. Un día apareció una gente a salvarlos y los perdimos definitivamente de vista. Ahora todos pasan por el veterinario y los capan.

domingo, 2 de marzo de 2025

La moda juvenil y la boite del Cervantes.

Fue en la clase de religión, que daba don Víctor, el de literatura, cuando, con motivo de un trabajo relativo al amor y sus diferentes interpretaciones, unos compañeros pusieron el disco de Radio Futura, para escuchar aquel tema de la Moda Juvenil. Previamente nos habíamos tragado y atragantado con otras canciones y ritmos más cursis, de cuando el Dúo Dinámico y su novia menor. Pero parece que con aquella melodía y letra de la Futura, con la del Dúo no, le habíamos dado el argumento que precisaba para enviarnos al infierno de cabeza. Y es que de lo que se trataba era de demostrarnos que el amor se había convertido en los 80 en una frivolidad, nada de compromiso y responsable actitud que exigía. Y señalaba con dedo inquisitorial aquellas líneas en las que se hablaba de estar enamorado de los chicos, de las chicas y de los maniquís. Asunto este último perturbador por las implicaciones que acarreaba, supongo que por las muñecas hinchables, (menos mal que no pusimos a la Mondragón ese día). Allí estuvo el hombre dándonos la tarde con un asunto que ni nos iba ni nos venía, porque de aquella música no nos interesaba más que el ritmillo para el bailoteo en la fiesta de Cervantes, que era la boite que en el colegio de la competencia, los maristas, se celebraba todos los sábados, y acudíamos para el frote fugaz y conocimiento del sexo ajeno.


sábado, 1 de marzo de 2025

La guerra nuclear era de mentirijillas

Mira que si estalla la III Guerra Mundial y se acaba el mundo. Qué pena para Trump que no podrá hacer más grande América, o para Putin, que no podrá resucitar la de los zares. Los judíos ya no tendrán ocasión de crear un nuevo reino y los chinos no abrirán más tiendas de todo a cien. Musk no viajará a la Luna y nadie guardará cola para comprarse un Iphone o subirá un vídeo al Tik Tok. No conoceremos al nuevo Papa, ni averiguaremos quién ganará la liga. Tampoco sabremos el resultado de los oscars, ni veremos la última de Almodóvar, y nos perderemos el final de la novela de la siesta. No quedará nadie para escribir la historia de ninguno de aquellos, ni para leer la de los antiguos. Eso sí, lo habrá subido todo el mundo a la nube, saludando y sonriendo.

Pero no dramaticemos, veamos el lado bueno. Ya no tendremos que preocuparnos de buscar trabajo y comprar una casa, la ruina del alquiler, o un coche. De que no nos llegue el sueldo a final de mes. De pagar esto y lo otro. De esta enfermedad o aquella. De esta inundación o aquel terremoto. De la comida en casa de los suegros o el cumpleaños de los amigos de los niños. Ya no tendrán ocasión de engañarnos los políticos. En fin, bien visto, casi que son más las ventajas.

miércoles, 26 de febrero de 2025

Santa Rusia a mordiscos

En la Rusia de los zares, y me refiero al período inmediato a la revolución bolchevique, existió una secta de religiosas que tenía por costumbre atacar a mordiscos a los monjes o sacerdotes, santones y curanderos, que consideraban reencarnación de Cristo, hasta hacerles sangre. Estas mujeres eran las ioannity, devotas empedernidas, que debieron de tomarse muy en serio lo de este es mi cuerpo y mi sangre, comed y bebed, que soltó Jesús en la última cena a sus discípulos. El santo padre Juan de Kronstadt sufrió en diversas ocasiones el arrebato místico de tales mujeres, por su edificante vida de servicio a las clases más menesterosas. Las amenazó en numerosas ocasiones con negarles la comunión si persistían en su sanguinaria costumbre, pero sin mucho éxito. A ellas se refirió en sus memorias el príncipe Yusúpov, que tenía tratos con el Demonio, según algunas.

martes, 25 de febrero de 2025

De cuando Boris Yeltsin pasó por Córdoba

Yo me acuerdo del día que Boris Yeltsin se pasó por Córdoba y se tomó unas copichuelas de amontillado con el entonces alcalde, el comunista Herminio Trigo, en una taberna de la judería, esa por donde solía perderse Hugo Pratt sin que nadie se enterase, con la excusa de las jornadas del cómic y el deseo de ocupar un patio de macetones con claveles. El diario Córdoba inmortalizó la escena. A Boris se le veía sentado a la mesa, coloradote y alegre, parecía un esquimal sin abrigo e iba muy mal peinado, pero a Herminio se le confundía con Tristón, el amigo triste del Leoncio el León, el de Hanna-Barbera, esa tristeza del Cordobés melancólico que mastica y acompaña de vino, y deja que se le derritan los ojos hasta el aburrimiento en la copa. Era de un contraste tremendo. Boris nos deleitaba entonces, lo sabíamos por la tele, en los conciertos de rock duro ruso, con unas danzas propias de oso de los cíngaros de Hungría, sin perder la chispa y las ganas de ganarse a los jóvenes que dieron la espalda al comunismo y se pirraban con guardar cola en el Mc Donald de la Plaza Roja para pillar un menú. También tocaba culos a las rusas culonas de su gabinete, y todos se partían de risa, incluidas ellas, porque entonces el comunismo, o lo que quedaba de él, era otra cosa. A Boris, por contra, le debemos la aparición de Putin, que lo puso a dedo. Sin duda un tropiezo. Es una pena que Boris no hubiese vivido unos años más, para marcarse unos bailes con Donald en la Super Bowl y reírnos después con la foto. Nos ha quedado la de Herminio, que es mu deprimente.


Lectores y tipos de

No sé exactamente en cuantos tipos se dividirán los lectores, (y lectoras, que sí), ni los criterios que se a asuman para hacerlo, que pueden ser desde el lugar donde se lee hasta el género que más gusta. El modo puede ser un buen patrón, también, ya puestos, el soporte. He de confesar que he tocado todos los palos, ahora teclas. Pero, para centrarnos, como lector pertenezco al de los muertos, es decir, que leo los de los que ya fallecieron hace mucho tiempo, o menos. Es bien cierto que hoy se publican muchos libros, pero no menos que los antiguos son más numerosos e interesantes, porque en su mayor parte pasaron o pasan un purgatorio, o esperan pasarlo, que algunos llegan más tarde. Es dramático, a ratos, alcanzar a comprender y a asimilar que muchas obras jamás las leeré, por cuestión de tiempo, y paciencia, y dinero. Eso también permite advertir de la inutilidad de intentarlo siquiera. Vendrá un día en que dejaré un libro sin terminar porque la Parca querrá fastidiarme y lamentablemente no conoceré su final. Pero para entonces, lo de la lectura habrá adquirido su verdadera importancia, que es más bien poca. Todo es vanidad.


lunes, 24 de febrero de 2025

El Yo Claudio de antaño

Yo me acuerdo del Yo Claudio que era la serie de romanos que pasaban por la tele cuando a Franco lo habían enterrado provisionalmente en El Valle. Mi abuela siempre se quejaba de lo malos que eran, porque le resultaban escandalosas sus formas y costumbres. A mi me chocaba lo maquillados que iban, los pelucones, y lo poco que salían a la calle. El actor que hacía de claudio, Derek George Jacobi, parecía más viejo entonces que en otras pelís de romanos más modernas. Es algo que no me quita el sueño pero me hace meditar. El argumento se basaba en las novelas de Robert Graves, sobre Claudio el dios y su esposa Mesalina, pero luego los guionistas añadían y retocaban lo que les parecía, que es lo que suele pasar con las adaptaciones. A mí me gustaron mucho las novelas, pero creo que ahora, si volviese a leerlas, no tanto. Yo me quedé atrancado en su Diosa Blanca y los tomacos de los mitos, porque daba la sensación de que perdía el norte y divagaba más allá de lo que la ciencia permite. Hubo una parodia de la serie que, si no me equivoco, interpretó, entre otros, Pepe da Rosa, en la que eran envenenados todos después de una bacanal. Desde entonces, he de confesar que miro los higos con recelo antes de llevármelos a la boca, no sé si estarán emponzoñados. Por uno de esos se fue Augusto a la tumba. Es una vergüenza como tienen el sepulcro en Roma.



domingo, 23 de febrero de 2025

Un perro llamado Cristo

Le había puesto a su perro Cristo de nombre, porque se lo encontró abandonado y muy martirizado por gente sin corazón. Matías el de la trompeta fue legionario y con ella se ayudaba para pedir limosna. El hallazgo de Cristo le libró de la soledad. Cuando gritaba Cristo, al principio, los que se cruzaban con él en la calle lo atribuían a cosa de su locura. Pero al descubrir que llamaba al can, unos se lo tomaron a risa y otros por la tremenda. Fue una beatona la primera en llamarlo al orden. Pero Matías se revolvió indignado por el atrevimiento.

- ¿No querrá que lo llame Judas o Herodes?.
Luego acudió una muy facha y le preguntó que por qué no lo había llamado Mahoma.
- Señora, que yo he peleado contra los moros, en la puerta de Melilla - se defendió.
No tardó en acudir el cura de la parroquia, en cuya puerta pedía, y le rogó que le cambiase el nombre por el de Lázaro.
- Es más apropiado - le dijo, amparado por la sotana. Pero Matías le soltó un trompetazo en la cara.
Cristo se meaba en la puerta de la iglesia y la ensuciaba cuando le venía el apretón. Correteaba entre los fieles cuando salían o entraban, provocando más de un tropiezo. A veces ladraba alto y no se escuchaba la homilía. Pero era el amigo de los niños y lamía la mano de los que lo acariciaban, que se habían salido con la excusa de hacerlo callar.
- Este perro no da más que escándalos, y es un peligro - protestaban algunos de los que no faltaban nunca al oficio, que ya lo confundían con el demonio.
A Cristo lo alimentaba Matías con el pan que le daban en el bar de enfrente, y en ocasiones le daba de beber vino de la botella que llevaba en el bolsillo de la guerrera. Entonces se le enredaban las patas y bailaba mejor al ritmo de la trompeta.
Un día acudieron los del ayuntamiento y se llevaron a Cristo, porque no estaba vacunado. Matías quiso marcharse con su amigo, pero no le dejaron. Se quedó muy solo y muy triste, dejó de tocar la trompeta.
Un día Matías desapareció de aquella puerta, poco después acudió otro pobre a calentar su escalón. La última vez que lo vieron en Córdoba tamborileaba un tambor por las Tendillas. De Cristo no volvió a saberse.

sábado, 22 de febrero de 2025

El urinario de los salesianos

A meaos olían y mucho los urinarios de los salesianos de Madrid, los que había en el patio, al fondo, lindando con la puerta por donde entraban los autobuses. Es una de las cosas que mejor y aún recuerdo de aquel colegio. Otras eran las horas de medios audiovisuales, la exposición anual de los misioneros o las visitas al salón de actos con motivo de alguna efeméride, esos partidos de gordos contra flacos, e incluso que allí hice la primera comunión disfrazado de marinero, con un silbato de los de verdad colgando del cuello, junto al crucifijo. Por cierto, que a la ceremonia acudió un compañero vestido de monje, el más original. Creo que siempre sospeche que aquellos servicios no los limpiaba nadie, porque invitaban a no asomarse, tal era la fetidez. Es posible que lo hiciesen con manguera, desde muy lejos. Tal vez era intencionado, para que nadie echase allí más tiempo que el que corresponde a una meada o un truño ligero. Así se evitaba el fumeteo o el riesgo de saltarse el sexto mandamiento. Pocas veces pisé yo aquel sitio, porque era insufrible, ya digo. Los Santos Padres de la Iglesia, u otros más tardíos, señalaban el tufo como uno de los más insufribles castigos del Infierno. Les daría la razón si no fuese porque nunca he pasado por allí, espero no hacerlo si el olor va a resultar como el de aquellos.


viernes, 21 de febrero de 2025

The Black Hole, el abismo negro

De cuando la Guerra de las Galaxias, que salieron muchas otras películas de ficción, estaba Alien que se decantaba por el miedo, o ET con la historia del extraterrestre bueno, pero a mí me gustó especialmente la del Abismo Negro, aquella de Disney, porque, aunque modesta en diseños y efectos especiales, se parecía más a lo que yo siempre he entendido como Ciencia Ficción: el hombre, (ahora también se dice "y la mujer"), frente al misterio del infinito, el desafío de lo desconocido y el progreso de la técnica. No era un film que estuviese a la altura de 2001, sino que se asemejaba más a aquella de Forbidden Planet, la del Robby el robot y Leslie Nilsen cuando era galán y no cómico, y terminaba provocando un viaje a la metafísica con tantos caminos abiertos a la reflexión, haciéndonos recordar a un capitán Nemo que había cambiado el submarino por el carguero espacial. A ello ayudaba una banda sonora fantástica, de John Barry, que aún tarareo, que recuerda a otras de Willians, pero con su propio sello. La peli presentaba a unos robots, que lejos de carecer de sentimientos, se cabreaban y todo, rivalizando como jóvenes adolescentes. El choque entre Maximilian, el robot malo, y Vincent, el bueno, era fantástico. Este último parece hoy día un personaje sacado de los videojuegos de Super Mario, y creo que entonces, oscurecido por la personalidad de R2-D2, no fue valorado lo suficiente. Maximilian me recordaba a un oscuro caballero andante, enlatado en su armadura, un enemigo de don Quijote, puestos a imaginar, armado de cuchillas que giraban como molinos. No es ésta crítica sino reunión de sensaciones. Entre los actores, gigantes como Ernest Borgnine, que no hacía de cristiano, o Anthony Perkins, sin el esqueleto de su madre. Qué voy a decir de Robert Foster sino que era el gran secundario de las series de tv. ¿Y de la bella Yvette Mimieux? Por supuesto que me hice con el cómic, el de la editorial Montena. Tal vez sea una película valorada por pocos, pero que interioricé como mía, como viático para formar parte de un club secreto, el de aquellos que se asoman con curiosidad a la oscuridad absoluta y se dejan arrastrar al abismo.

jueves, 20 de febrero de 2025

El rey moro de Molina

Abengalbón, rey moro de Molina, era moro amigo, muy amigo, de Rodrigo, Ruy, Díaz de Vivar, Mio Cid. Y lo recibía con cariño cuando este iba a Valencia a partir unas lanzas con otros caballeros y peones, y paraba en su casa. El cristiano aprovechaba para contarle sus cuitas y la traición de los de Carrión, mala gente donde la haya. El moro levantaba el mantel cuando en condumio cesaba, de carne de cabrito, dátiles y pasteles de miel, y de debajo de la mesa emergían unos músicos, y una bailarina muy rumbosa de pies desnudos, que amenizaban el resto de la velada; ella con danzas y canciones, para retirarse después al jergón con el caballero. Por una ventana abierta al caso asomaba la cabeza Babieca, para no perder punto del torneo, y un negro se encargaba de que no le faltase de comer y beber. Así trataba el bondadoso rey a sus amigos, que Alá lo tenga en su gloria.


miércoles, 19 de febrero de 2025

Safo

Safo, poeta de Lesbos, sufrió el exilio en Siracusa. Era en el sur de Italia donde proliferaban las sectas y comunidades religiosas, (siglos VII y VI a.C.), muchas de ellas creadas por jonios. Una vez que regresó a su patria, puso en marcha y dirigió un círculo para muchachas de la nobleza, con el objetivo del ejercicio de la religión, las artes y la amistad. La escuela se creó al abrigo del culto a las Musas, las Gracias y Afrodita y fue conocida con el sobrenombre de Casa de las servidoras de las Musas. Entre sus preceptos se encontraba por un lado la del rechazo a la guerra y, por otro, la expresión de la pasión amorosa y su comunión con el Cosmos o las fuerzas de la naturaleza. Es posible que existiese alguna relación entre la secta y el orfismo. En una de sus obras, la que narra la pasión por el bello Faón, parece invitar al suicidio por el amor no correspondido. También se asocia su escuela al amor entre mujeres, quizás solo amistad.

martes, 18 de febrero de 2025

El entierro de El Greco

Durante el franquismo El Greco estuvo de moda y se falsificaron muchos grecos, dentro y fuera de España. Para muchos El Greco era sinónimo de modernidad, se había anticipado al Cubismo y el Surrealismo. Eugenio d´ Ors, señalaba sus logros vanguardistas. Dibujantes como Sáenz de Tejada lo imitaban para representar las gestas de la Falange o el requetés, por tipos alargados y místicos. También en París los hubo que con admiración y malicia imitaron al pintor de Creta y colocaron sus pastiches en casas de millonarios norteamericanos, tras embolsarse puñados de dólares. Había que sobrevivir al exilio en la adversa posguerra. A mi padre le gustaba mucho El Greco y un día, en compañía de mi tío Antonio, me llevó a Toledo a ver El Entierro del Conde de Orgaz. Reconozco que me impresionó mucho el realismo de la cara del muerto y le dije a mi padre que cuanto más lo miraba, más me gustaba, porque tal juicio lo había leído en un tebeo, uno de esos de la familia Cebolleta del genial Vázquez. Ese tipo de salidas siempre sorprendían a mis mentores, que no conocían la fuente original, así me gané fama de letrado. En realidad lo que más me gustó de Toledo fueron las espadas, que se vendían en todas partes, pero mi padre no me compró ninguna. No obstante, regresé a Madrid convencido de que lo hacía desde una ciudad fantástica.


domingo, 16 de febrero de 2025

La biblioteca de pega y el busto de Betsabé

Una de las grandes decepciones que me dio la vida fue aquella en la que fuimos de vista a casa de unos amigos de mis padres, que hacía tiempo que no se veían. Calculo que yo tendría unos 14, edad compleja donde las haya. Esta familia tenía unos hijos que yo conocía de años atrás y suponía que su aspecto no habría variado, porque cuando uno es niño ignora que uno y el resto van cambiando, envejeciendo, vamos. La historia es que fuimos a comer a su casa, echar el día, porque además tenían piscina, por lo que sospecho que era verano. Reconocer a los padres no fue problema, pues los adultos cambian más despacio, pero los retoños ya no eran los mismos. El amigo estaba más alto, pero a la hermana le habían crecido unas tetas enormes, y yo no estaba preparado para tal sorpresa. Me quedé tan intimidado que ese día me recluí en el salón de la casa de esta familia, sin atreverme a salir. Y aunque venían a buscarme mis padres o sus amigos a ver qué hacía, no fueron capaces de hacerme mudar de parecer. No era cuestión de dar más explicaciones. Desde la ventana de la habitación, con la persiana bajada casi hasta abajo, miraba de cuando en cuando a mi amiga, que estaba en biquini, y me acobardaba más todavía. Envidiaba a mis hermanos, que se bañaban tan alegres, ajenos al drama que me carcomía. Para matar las horas, que pasaron muy despacio, empecé a escrutar la biblioteca, que era de campeonato, y, por los títulos, muy sugestiva. Enciclopedias y obras completas de autores célebres. Llamaban con descaro a la consulta. La sorpresa vino cuando al querer hacerme con alguno de aquellos volúmenes descubrí que no eran libros, sino bloques de adorno, que estaban huecos por dentro. Aquel hallazgo fue un choque inesperado. Yo no sabía que existiesen tales trampantojos, salvo en la pintura. Dedique el tiempo a tomarlos uno por uno, por si el primero fue cosa de la casualidad, que eran de grupos de cinco o seis, y no conseguí hallar más que una Biblia de verdad y alguno insulso de tema intrascendente. Ese día, pese al desengaño, ni acudí a comer cuando me llamaron, persistí en mi retiro voluntario, confundido y sin otra lectura que la del libro de Samuel, David y Betsabé, cuyo busto no he conseguido olvidar.


sábado, 15 de febrero de 2025

El Re-Reader de ocasión

Han abierto en Jaén, en esa Gran Vía del Desarrollo provincial, tardío, de los 70, Gran Eje le dicen, una librería de segunda mano para perdición de los obsesos del libro antiguo y de ocasión, que se renueva a diario por el intercambio, compra-venta de los susodichos. Re-Read la dicen. Entré con intención de ver y no llevarme nada, y acudí a la casa con cinco tochos para disgusto de la parienta, que me la tiene jurada por cuestión de espacio. Hice promesa de llevar varios de los propios para contrarrestar la invasión, pero no acabo de dar con alguno de los que quisiera desprenderme. De entre los adquiridos, un volumen de poesía del Conde de Villamediana, una burrada de 600 páginas. Era este conde personaje controvertido, sibarita, vicioso y provocador, un Wilde del XVII, y por tanto arrinconado frente a otros más ortodoxos.
"Si miro atrás mi error y desatino
no es poco galardón el escarmiento,
mas ¡cómo tiraniza el sentimiento
cuando el mismo entender saca de tino!"


viernes, 14 de febrero de 2025

Ruina y decadencia del VIP, o la Puerta del Sol

No hace mucho, cenando en el VIP de la Puerta del Sol, una ensalada de esas que traen de todo lo que te gusta, rememoré por un momento la proclamación de la República, que fue ahí mismo, porque este establecimiento está en una esquina de esa media plaza, donde se comen las uvas de Fin de Año mientras se desviste Pedroche y suben o bajan las bolas, (nunca recuerdo exactamente qué hacen), del reloj del fondo. Y pienso, reflexiono, lo mucho que han cambiado las cosas. Había cola para para entrar, como cuando en Moscú abrieron el primer Mc Donald´s, y gente de todos los colores, que lo hacían más democrático. También hubo un rato que pensé estar en cualquier parte, incluso en Jaén, que también tiene ya uno, y parece más fino. A esto lo llaman globalización, que es la utopía buena. No salió cara la broma, pues es el truco de los pobres y catetos para presumir de dónde hemos comido, y pocos imaginarán que estuve tarareando el himno de Riego mientras tragaba los taquitos de salmón, porque a mí me mataron defendiendo a Riego, asunto que muchos ignoran. El caso es que treinta años antes de la fecha, justo en la acera de enfrente, me compré La historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, de Gibbon, ocho tomos publicados por Turner, una traducción antiquísima, que siempre ha sido mi devocionario, porque había librerías donde ahora venden móviles. Luego me entretuve viendo a un tipo disfrazado de gorila, más divertido que el oso del madroño. El mundo cambia tan deprisa que ya no advertimos que no es el nuestro. Un día, todo esto serán ruinas.


jueves, 13 de febrero de 2025

La galaxia está ahí delante

Es esta una de esas mañanas en las que el Sol y la Luna se miran cara a cara. El primero acude dorado, igual que una moneda de oro, y la otra parece cubierta de nieve, como si sufriese un invierno. El cielo despejado permite el encuentro, que cuenta con la presencia de Venus, que reclama un espacio brillando con fuerza. Contemplas el horizonte desde la azotea y sueñas con que estás en una historia galáctica, pisando las arenas de Tatooine o el hielo de Hoth. La atmósfera está arada de estelas blancas, la huella que dejan los cargueros que parten de Mos Eisley. Miras el reloj un momento y descubres que llegas tarde a Endor, el planeta boscoso donde habitan los pequeños ewoks. Es hora de coger la mochila. No olvides la espada-láser.


lunes, 10 de febrero de 2025

Mallo, la cabra y el oso bailón

Abres la ventana de crear publicación y el face te pregunta sobre lo que estás pensando. En ocasiones nada y otras veces en muchas cosas. Ahora mismo en ver qué se me ocurre para rellenar este campo. He visto un cuadro de Maruja Mallo que me gusta mucho, como todo lo que pintaba ella, pero no me ha convencido la interpretación que de él hacen. El cuadro es el famoso de la mujer y la cabra, que no tiene nada que ver con el asunto de los titiriteros que se acompañaban de una para montar el número en la vía pública. Yo creo que el cuadro, por los innumerables símbolos que recoge, de carácter religioso, pagano o cristiano, no es más que una anunciación de la primavera, pero en un contexto indígena. Pero este tipo de interpretaciones ya no se llevan, porque hay que darle otro giro, aunque sea con calzador y adecuarlo a los tiempos que corren. Las cabras con cuernos de oro eran las de la mitología, Amaltea o la que se vistió en vida con el vellocino que robó Jasón. Ahora es la de la legión, que se los pintan para que brille bonito en el desfile. Yo me acuerdo de los titiriteros de la cabra, que ví por primera vez en Madrid, muy de chico, y luego en otros callejeros de España, por lo que deduzco que incluso los titiriteros pobres hacen turné de tarde en tarde, o por las mañanas. Pero lo de la cabra era nada comparado con la del oso, que sólo tuve la oportunidad de ver una vez, también en Madrid. Un plantígrado muy gordo y cansado, que se movía con lentitud al ritmo de una trompeta, que tocaba un gitano muy bigotudo, mientras una de sus hijas, sin zapatos, pasaba el plato. Imagino que el animalito envidiaba a su colega del madroño. O igual sirvió de modelo al de bronce. Yo me quedé, para mi pesar, en el daño que debía hacerle el aro de la nariz, que ataban con una cuerda, para sujetarlo y hacerle bailar.

sábado, 8 de febrero de 2025

El muro inmobiliario

Lo de Donald en Gaza suena a lo de Sofico en Estepona, aquel negocio inmobiliario perpetrado en la Costa del Sol, que salpicó de mierda al franquismo tardío, pero sin haber levantado el piso piloto de primeras, como entonces, sino reclamando inversiones sobre plano. A Benjamín ya le brillan los ojillos de los billetes que puede producir eso, igual saca para la solería del templo o tapar los boquetes del muro de las lamentaciones. Lo que va a ser todo un misterio es quien va a poner los ladrillos, porque sin palestinos que levanten las paredes no sé de dónde van a sacar a los currantes. Igual han pensado en los inmigrantes latinos que afean la frontera de los Unites Estates y, en vez de en Guantanamo, los acomodan bajo la Cúpula de la Roca y los ponen a hacer cemento. En fin, el caso es que el negocio está en marcha. Pero conviene mirar el lado bueno, igual con eso de levantar resorts de lujo sobre fosas comunes se le olvida lo de hacerse con Groenlandia, cerrar el canal de Panamá o cambiar el nombre del golfo de México. Claro que, también, puesto a inventar, se le puede ocurrir llamar al Mediterráneo, mar de Israel o algo por el estilo. A ver con qué sorprende ahora a Rusos y Ucranianos, es un mago sin chistera.


viernes, 7 de febrero de 2025

Imperios, fobias y otros dramas

Es curioso el hecho de que España, (digamos Castilla por no herir susceptibilidades), inició su apogeo como potencia internacional con la expulsión de los judíos, pueblo que se dedicaba a la usura. Habrá quien se altere y rápidamente señale el descubrimiento de América o la conquista de Granada, todo en el mismo año de 1492, como razón más sólida. Pero el caso es que también es llamativo el dato de que los reinos peninsulares iniciaron su decadencia con la expulsión de los moriscos, trabajadores agrícolas, (1609). Son este tipo de dramas, las deportaciones de pueblos en masa, los que han alimentado durante siglos la leyenda negra del país, y de ahí su justa condena. Sorprende ahora, sin embargo, que tales usos sigan en práctica o vayan a materializarse, como en buena serie de ciencia-ficción, en otros puntos del planeta. La Historia se estudia para evitar los errores del pasado pero, convertida en chicle y a meced de los políticos de todo signo, para poco es útil, salvo para escocer.


martes, 4 de febrero de 2025

Romperse un brazo era sinónimo de popularidad

Era habitual cuando yo era niño andar lesionado. Raro era el chicuelo, macho u hembra, que no tenía heridas las rodillas, tintadas de mercromina o cubiertas de costra de diversas tonalidades del rojo al verde. Por entonces el pantalón o la falda cortos ambos causaban furor, incluso en invierno. También quedaban marcados los codos y, por supuesto, la cabeza; raro era el que no escondía bajo el pelo alguna brecha producida por una piedra traicionera o un columpio bailón. La vida se desenvolvía en la calle, entre juegos más o menos violentos, siempre de riesgo, pero muy divertidos. Sinónimo de popularidad era romperse un brazo y acudir con él escayolado el día siguiente al colegio. Todo el mundo te rodeaba e incluso la señorita maestra te acariciaba el pelo y se preocupaba por tu salud, y le dabas pormenores ante la atenta admiración de la clase. En pocos días el blanco inmaculado del yeso se transformaba en un sucio lienzo repleto de pintadas de todos los familiares y amigos. Había gente que aprovechaba el armazón para defenderse, a modo de escudo, si se metía en una trifulca, o partía nueces para chulear de la dureza del engrudo. Lo normal era que el que se rompía un brazo volviese a sufrirlo, era difícil andarse con cuidado en una calle tan agitada, sin móviles ni nada de eso, todo a base de carreras y saltos, y el miedo era poco. Yo nunca me partí un brazo, pero lo deseé muchas veces, por envidia. Y simulaba caídas y llantos para llamar la atención, pero siempre era destapado al rato. A veces pienso que era un poco gilipuertas haciendo aquellas cosas, aunque en nada comparables a las idioteces que se hacen de adulto, que son más gordas, y me perdono.



domingo, 2 de febrero de 2025

Oro nazi. Epílogo.

Ya a la venta Oro nazi, novela completa.

Para conocer el final de esta historia.



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Sacrifiquemos un moco a Esculapio

Mi tío Miguel no es que fuese irreverente, sino que era un tipo hercúleo que no sabía medir su fuerza y así, en cierta ocasión, por ejemplo, en su más tierna adolescencia, luchando con un pollo, que iba a desplumar para hacer caldo en una olla con él, se le fue la mano y le arrancó la cabeza. Dejó las paredes del patio salpicadas de sangre sin comprender muy bien qué es lo que había sucedido. Lo contaba mi madre en ciertas ocasiones, a cuento de algún suceso semejante, pero menos sanguinario, protagonizado por alguno de nosotros, casi siempre mi hermano. Desde que escuché la anécdota la recreé en mi mente, y no tardé en buscarle algún tinte mitológico o sacro, y me acordaba de los pollos que se sacrificaban en Atenas a Asclepios y en Roma a Esculapio. Pero también del gallo que cantó a Pedro su traición contra el Mesías. Y acariciaba la posibilidad de que el de mi tío era descendiente de aquel y así su linaje había recibido justo castigo, por delator. Pero la anécdota que pensaba contar era otra, aunque pudiera guardar relación religiosa. Fue un día en que, acompañado de mi tía Maricarmen, se plantaron en una tienda muy fina de Madrid donde vendían objetos decorativos. Se conoce que pretendían comprar un regalo para alguien de postín, con afán de demostrar su poderío. Dio la casualidad, puesta allí por el diablo, de que había una mesa con unos niños jesuses muy monos y mucho más caros; y a mi tío le entró gana de estudiar uno de cerca, con tan mala fortuna, por lo frágil que era, que lo decapitó sin propósito, haciendo palidecer a mi tía. Pero como era hombre avezado en lides semejantes, por experiencia, no paró mientes en sacarse un moco y soldar el estropicio, para escándalo de mi tía, aunque calló sabiéndose cómplice del sacrilegio. Dejaron la figura como la encontraron, en compañía de sus semejantes y salieron por piernas del establecimiento. Cuando rememoro esta última, que nos narró mi tía a los pocos días, pensé en Herodes, pero también en el moco que alguien pondría en los altares. Es una pena que ya no esté para contarnos esta y otras que se guardase.


sábado, 1 de febrero de 2025

Nadiuska era tan bella como mi abuela

Bajé a comprar el periódico, cuando se llevaba, y me encontré con Nadiuska, era lo que narraba Umbral para hacerse notar, escondido tras una bufanda roja que arrastraba, y daban ganas de pisársela, los días que hacía frío y España transitaba hacia la democracia. A mí me gustaba Nadiuska, porque era muy guapa. Imagino que a él también. Era una belleza de Ciencia Ficción, pero sin IA y nada de eso, sino natural. Le mirabas la cara y te quedabas como tonto. Mi abuela, para restarle importancia, decía que las guapas de su tiempo eran guapas de verdad, pero que las de ahora todas iban parejas con tantos aceites y potingues. Aquel "ahora" suyo quedó ya muy lejos, no se estilaban los gimnasios ni la estética de quirófano, pero imagino que su juicio sería igual de severo, si hoy saliese a dar un paseo. No hay más que decir que llamaba guarras a las que asomaban por la tele en los anuncios de compresas. Un día que le pregunté cómo había nacido el niño Jesús me respondió que por la boca de la Virgen, cosa que me sobrecogió bastante, la verdad, y todavía recreo en mi mente con mi imaginación de niño. Ya más grandecito, en otra ocasión, mi primo me dijo que no se creía lo de cómo se hacían los niños y yo le insistí en que era verdad, pero sin detalles, lo escuchó mi abuela y puso el grito en el cielo, quiso lavarnos la boca con un estropajo, por lo que destapó que yo llevaba razón. Un día, sin embargo, muchos años después, cuando estaba a punto de no reconocernos más, nos contó que ella había sido muy guapa de joven y se sostuvo el pecho con ambas manos después de arremangarse, mientras se estiraba para explicarnos lo derecha que andaba. Fue un momento delirante y entrañable. Incluso mi hermano la jaleó. Creo que mi abuela era en el fondo otra Nadiuska, pero con otro estilo.


viernes, 31 de enero de 2025

Un retrato del ET

Estaba el ET de moda y mi tío Pepe me pidió que le hiciese un dibujo a mi primo, que lo admiraba mucho. En aquellos días todos los niños querían un extraterrestre en casa. Ni corto ni perezoso me puse a retratar al bichejo, fijándome de alguna que otra foto y de lo que yo recordaba de cuando vi la película. Al final quedó un monigote gracioso que daba el pego y podía satisfacer el capricho de un niño poco exigente. De la impresión de mi primo no guardo recuerdo, pero sí del elogio de mi tío. "No le falta una raya", me dijo con satisfacción. Hay alabanzas que son impagables e inolvidables.


miércoles, 29 de enero de 2025

El pintoresco caso del video promocional de los Tebeonautas

A la memoria me viene la ocasión en la que los Tebeonautas, o como quiera que se llamasen entonces, decidieron en una tertulia hacer un vídeo presentación del colectivo, para darse publicidad. Era una media mañana de esas primaverales, después de misa, aunque no se fuese, que en Córdoba invitan al coloquio, aderezado de cervezas fresquitas y unas bolsas de papas fritas o revuelto, porque en la ciudad de los califas estaban y están peleados con las tapas gratis más de la mitad de los establecimientos. No sé de qué cabeza salió la pintoresca idea, imagino que con intención de emular a los que hacían música, que se montaban uno en cualquier parte. Y es que en aquellas fechas o tocabas en un grupo o te hacías comiquero, pero en ocasiones colaborábamos y compartíamos ideas, tebeos y discos, incluso amigas. No cayó la propuesta en saco roto y durante el resto de la semana se rumió el proyecto, en quedadas casuales o clandestinas, muchas en la pasamanería de la plaza La Almagra, que era, como la tienda Totem de El Gordo, punto obligado de referencia. Una en cada extremo de la Corredera poco más o menos. No tardamos en dar con alguien que se prestase al atentado, ese amigo, vecino o conocido que le daba a la fotografía o al botón de grabado. En sucesivas reuniones se habló del argumento, que si un recorrido por los Alcázares de los Reyes Cristianos, subiendo y bajando escaleras de caracol hasta la muralla, una subida a la torre de la Mezquita, un recuperar el cruce de los Beatles, pero por el puente romano, meando en una tapia como los Who, y otras muchas ocurrencias sin mucho recorrido. El remate estuvo en la propuesta de disfrazarnos de los personajes de Fraggel Rock, que casi se materializó en nuestra mente, pero que afortunadamente quedó en un plan y se olvidó pronto. Por fortuna hubo ocasión de hacer otros videos, sin propósito, en los que se nos sorprendió en nuestra línea. Y de ello quedó algo. Las ideas iban y venían. Todo era francamente divertido. 


lunes, 27 de enero de 2025

Oro nazi. Capítulo 34. Preguntas sin respuesta.


Antonio respiró cuando supo de la suerte de El Pistolas, aunque después recapacitó y lamentó que no lo hubiesen quitado de en medio por la deriva de una bala perdida. Pero eso fue algo que se guardó para sí. De cara a la sociedad y en especial a sus superiores, mantuvo las formas y se tragó su orgullo.

Soportó con estoicismo el retorno de el de La Política, viéndolo acercarse al cuartelillo más chulo que un ocho, presumiendo como acostumbraba, con la chaqueta abierta y mostrando la condecoración que le daba apodo. Venía algo entonado, porque no había querido perder la ocasión de celebrar su arrojo con unas copas en los bares que fue encontrando a su paso, y en los que no evitó sacar a relucir su valentía.

Los vecinos lo observaban como hacía Antonio, pero con cierta admiración, o respeto, ya nadie parecía querer hacer chistes a su costa o reírse de sus salidas de tono. Había acabado él solo con el clan de Los Callaos, un grupo de contrabandistas que tenía amedrentados a todos en el pueblo y alrededores, por miedo o porque les debían algo.

El Catalán sabía que la brillante acción de El Pistolas no solucionaría nada, sino que provocaría nuevos conflictos por el control del mercado negro. Había otras familias rivalizando con Los Callaos que reclamarían ahora su lugar. Se avecinaban días difíciles. Pero, al menos, podría perderlo al fin de vista.

Tuvo que soportar los halagos con los que Bernarda recibió a Romerales. Él era consciente de que ella lo hacía por fastidiar. Era la respuesta al trato que daba a su hermano, Bartolo, que según la opinión de ella no era el más adecuado, siendo familia.

Por fortuna para Antonio, la despedida de Romerales fue la definitiva. Esta vez cogió la Alsina y desapareció del pueblo para siempre, aunque en ese momento nadie lo hubiese creído. El sargento respiró aliviado. No obstante, se mantuvo alerta unos días, mirando el ir y venir de los viajeros, por si acudía de nuevo. Pero, poco a poco, aceptó lo que ya era una realidad. Volvió a su trabajo, que no escaseaba y fue dando cuenta a la comandancia de Granada de todo lo acaecido en el pueblo aquellos días. 

Pero, como no andaba del todo contento con el asunto en cuestión, no tardó en indagar de nuevo en lo que no terminaba de ver claro. En cuanto que estimó oportuno, no perdió la ocasión de reunirse con don Buenaventura. Sabía que había sido testigo ocular del singular servicio del agente de La Política y esperaba poder sonsacarle algún que otro dato que completase el complejo puzle que tenía entre manos.

Una tarde se animó a culminar la tarea. A sabiendas de que a esas horas el cura daba un largo paseo, quiso hacerse el encontradizo y entablar conversación con él. Ahora le tocaba ser el confesor. Se abotonó el traje limpio hasta la nuez y se ajustó el tricornio, que resplandecía a ráfagas con los rayos de sol del otoño. Era consciente de que el uniforme imponía, y para la ocasión creía necesario causar una buena y respetable impresión. Tuvo suerte y encontró al párroco saliendo por la puerta de la iglesia, acompañado de unas beatas de las que no tardó en despedirse. Sin embargó, fue éste el que se adelantó a su saludo.

- Hombre, Antonio. ¿Qué tal ese brazo?

- Mejor, gracias. Quería hablar con usted. ¿Anda muy ocupado?

El cura hizo un gesto de alivio mirando al cielo.

- Ya no.

- Me gustaría hablar con usted.

El cura hizo un quiebro elegante.

- Si es algo serio vamos al confesionario.

- No, no es eso – se excusó el sargento.

- Pues entonces acompáñame a dar un paseo hasta la playa. Necesito estirar las piernas – ofreció, sin mostrar preocupación.

Ambos se dirigieron donde propuso el clérigo, hasta apartarse lo suficiente para que nadie les estorbase, sin necesidad de que el sargento se lo propusiese.

- Supongo que si me has acompañado hasta aquí será por algo importante. ¿No es así?

- Así es. Hay cosas que no termino de ver claras en todo este asunto del alemán.

Don Buenaventura se detuvo y miró a su interlocutor a la cara.

- ¿Todavía andas con eso? Va camino de convertirse en una obsesión.

- ¿Qué quiere que haga? Soy una persona meticulosa, me gustan las cosas claras. Tal vez me inquiete algo, como a Romerales. Pero, naturalmente, no tendré una salida de tono como la suya.

- Ya sabes que no puedo decirte más sobre la procedencia del maletín – expuso el cura, negando con la cabeza y reiniciando la marcha.

- Es otra cosa – cortó El Catalán -. El otro día descubrí en la iglesia algo que me resultó chocante.

- ¿A qué te refieres? – preguntó con aparente curiosidad el cura.

- Entre los exvotos a la Virgen descubrí dos objetos que me llamaron la atención.

Don Buenaventura redujo el paso. Se llevó las manos atrás y preguntó por lo que le indicaba el otro.

- Uno fue la pluma de Helmut.

- ¿De Helmut?

- Sí, el nazi.

El cura se detuvo y se volvió hacia el acompañante. Las aguas de una ola lamieron el suelo por donde pisaban.

- ¿Cómo puedes estar seguro de eso?

- Las estilográficas con un adorno en forma de cruz gamada no son muy comunes. No puedo admitir una coincidencia así. Debe tratarse de la misma pluma que usó para estampar su firma la primera vez que traté con él.

- Sí, es mucha coincidencia. Quizás lo sea – admitió el cura -. ¿Y el otro objeto?

- Al lado de la pluma, junto a la figura de la Virgen, había una foto de la torre. La misma en la que usted vio a Romerales hacer justicia, si me permite la expresión.

- Vaya. No acostumbro a llevar un registro pormenorizado de todos los exvotos que los devotos suelen dejar allí. Pero en este caso sí creo que pueda deberse a una coincidencia. Que un objeto esté al lado de otro no tiene por qué significar nada. ¿Qué tiene que ver la torre con la pluma?

- Nada. Ya lo sé. 

- Sospechas que existe una relación entre ambas, ¿verdad? No seas ridículo. Yo no veo ninguna. Cada una de ellas responde a una cosa diferente. La pluma a Helmut, sí, parece claro. Es posible que sea la misma. Pero que esté al lado de una foto de la torre no me dice nada. Puede llevar ahí años. Probablemente sea de alguien que recuerda a un familiar y sabe que está allí sepultado. Son dos asuntos distintos. La conexión la estableces tú. Debes mirar cada cosa por separado si no quieres confundirte más.

Antonio escuchó al sacerdote, pero en su cabeza intuía que no eran figuraciones suyas, que debía existir un nexo y que, además, el párroco sabía algo más que, por supuesto, no estaba dispuesto a contar.

- Puede ser una simple coincidencia -. Remató, para intentar abordarle por otro lado.

Caminaron un trecho codo con codo. A lo lejos, sobre el acantilado se dibujaba la silueta de la atalaya.

- ¿Por qué estaba usted en las inmediaciones de la torre cuando llegaron allí Los Callaos? No es un lugar muy apropiado para un hombre de iglesia.

Don Buenaventura no dijo nada, siguió caminando impertérrito. Tardó una eternidad en responder, según la ansiedad de Antonio.

- Visito en ocasiones el acantilado. Es una manera de espantar al Diablo de allí como cualquier otra. Quien advierte mi presencia modera su paso, cambia de dirección y se retira. Por otra parte, me detengo a orar por todos los desgraciados que murieron en el interior de la torre. Pero creo que todo eso lo sabes, nunca asomo por allí a horas intempestivas. ¿Exactamente qué es lo que buscas Antonio?

El Catalán tuvo que admitir su impotencia.

- No lo sé, don Buenaventura. No lo sé.

Las gaviotas protestaban. Las olas siguieron rumiando la arena de la playa. El sol viajaba en silencio hacia occidente. Las nubes convertidas en jirones fustigaban el cielo. Sobre el acantilado, la vieja torre parecía un rostro deformado. Su gesto era similar al del que hace un guiño. Los dos hombres se fundieron con el paisaje.