De Hortensia, hija de Quinto Hortensio, el orador, cuentan las fuentes que se presentó ante los triunviros Marco Antonio, Octavio Augusto y Lépido con el propósito de solicitar la anulación del impuesto de guerra a las matronas de Roma. Llegó a la Curia encabezando al grupo de las mujeres más distinguidas de la ciudad y pronunció ante los gobernantes un elocuente discurso. Los triunviros, irritados por su osadía, ordenaron que las echasen, pero el pueblo se puso de su parte y evitó que las maltratasen. Y aunque no lograron su propósito del todo, sí que el número de las sujetas al pago del impuesto se redujese de 1400 a 400.
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domingo, 18 de octubre de 2020
Hortensia, hija de Quinto Hortensio.
sábado, 17 de octubre de 2020
Una medalla para Unamuno
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Endemoniados de Jaca
domingo, 6 de septiembre de 2020
Pepita Peña
jueves, 27 de agosto de 2020
El pintor Oscar Domínguez
Al paso de la oca desfilaba con marcialidad la Wehrmacht por los Campos Elíseos, ahogando con el estruendo de sus botas el silencio de los franceses. París había sido ocupado. Las banderas rojas con la cruz gamada ondeaban al viento sobre el arco de la Victoria que conmemoraba las batallas en las que participó el ejército napoleónico y soportaba con estoicismo la humillación germana.
Subido a uno de los árboles del paseo imperial, un individuo gesticulaba y gritaba frases ininteligibles. Rápidamente, un grupo numeroso de gendarmes y algunos miembros de las SS lo rodearon. A punta de pistola le obligaron a bajar. Acto seguido lo esposaron y se lo llevaron preso.
Era un tipo alto, de enorme cabeza y que apestaba a alcohol.
- ¿Cuál es su nombre?
- Oscar Domínguez.
- ¿Es usted español?
- Así es.
- ¿Qué hacia usted subido al árbol?
- Una proclama.
- ¿Contra el Fürher?
- Señor, yo soy un artista - respondió el detenido.
Un coronel alemán entró en el despacho y todos los presentes excepto Domínguez se cuadraron en un estruendo.
- ¿Es usted el pintor?
- El mismo.
- Quiero que haga un retrato de mi esposa.
Oscar Domínguez perdió el aplomo demostrado hasta el momento y desvió los ojos al suelo.
- Señor, ... yo soy un surrealista.
- ¿Arte degenerado?
Oscar asintió con la cabeza en silencio.
- Eso es precisamente lo que quiero - dijo el alemán y le dio una tarjeta con sus señas.
La mujer estuvo pocos días en París, el suficiente para que Domínguez le hiciese el retrato.
Su talento fue reconocido con la cantidad de diez mil francos de entonces, nadie volvió a importunarle en lo que quedaba de guerra.
J.F.P.R. Tales.
jueves, 13 de agosto de 2020
Ruano y Lorca
Dice González Ruano en sus Memorias anatemas que provocan su condena.
"(...) A mí, Federico García Lorca no me acabó de ser nunca simpático como le fue a todo el mundo. Era como un chico de pueblo ordinario que se hubiera puesto un lazo de seda en el pelo y sentado frente a un piano a hacer gracias. Federico era feo, agitanado y con cara ancha de palurdo. Vestía cursimente y presumía de ser gracioso, espiritual y mariquita del sur.(...) Tres o cuatro veces intentamos, tan sin ningún entusiasmo, una relativa amistad que aquello quedó en nada. Nunca nos llamamos de tú, y un día que coincidimos con unos amigos comunes, se habló de ir a casa de no sé quién para oír unas canciones al piano y que yo dije que no podía acompañarles, recuerdo que él, quizás creyéndolo una desconsideración, me dijo destempladamente y sin que viniera a cuento:
- Usted tendrá citada una de esas Mata-Haris que meriendan bocadillos de jamón...
- ¡Hombre, Federico...! ¡Es que usted sólo conoce marineros que meriendan nardos!
(...) A mí me reventaban desde sus zapatos horribles hasta sus insoportables corbatas.
(...) Una vez lo vi en la calle de Alcalá con otro joven - de nuestra edad más o menos - que tenía cierta cara de loco y que obedecía bastante a mi propio físico, por lo que pregunté al que iba conmigo si sabía quién era. Me dijeron que Salvador Dalí..."
Decir como dato curioso que Ruano y Dalí podrían pasar por hermanos gemelos.