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sábado, 29 de marzo de 2025
viernes, 28 de marzo de 2025
James Bond contra los progres
Fue cuando fui a la librería García Lorca, aquella que había en mi barrio de Saconia y regentaba un cura que era comunista, con intención de comprarme un libro, cuando le empecé a coger ojeriza a los progres. Era el 79, es decir que tenía 13 años, y yo entonces estaba muy sugestionado por todo lo que venía del espacio, de cualquier galaxia muy, pero que muy lejana. De tal modo que no perdía oportunidad de hacerme con todo aquello que oliese remotamente a Star Wars. Ya tenía los cómics de Marvel/Bruguera de Chaykin, los cromos de Panini, las novelas de Alan Dean Foster y Brian Daley, y continuaba completando mi colección con otras series como la de Galáctica o Alien, el octavo pasajero. También estaban los cómics de 1984 y después Cimoc. Pues bien, ilustrado por mi amigo Javi Mesa, que era tan o más friki que yo, (aunque entonces no se nos llamaba así, sino galácticos, según nuestro compañero Gabriel), nos dirigimos a la librería con la intención de hacernos con el libro de Moonraquer, la novela de Ian Fleming, (C. Wood), en la que se inspiraba la última peli entonces de James Bond, que versaba sobre los viajes espaciales y salían unas lanzaderas de las de la NASA, pero también unas tías espectaculares en la portada. El libro era una edición de lujo de Bruguera. Total, que nos presentamos allí y no estaba el cura, que era con el que mejor nos entendíamos, pero sí un par de juveniles sujetos con barbas de cuatro pelos, jerséis de aquellos gordos de lana y zapatos de piel vuelta que se miraron con suficiencia, alzando las cejas y esbozando media sonrisa, cuando hicimos nuestro pedido. Después de tragarnos sus despectivos gestos de superioridad tuvimos que aguantar una sarta de improperios sobre el capitalismo y el negocio editorial que, sinceramente, nos traían al pairo. El caso es que después de aguantar sus mordaces comentarios nos salieron con que no lo tenían, que era por donde debían haber empezado. Por lo que salimos sin despedirnos y nos piramos hasta el Corte Inglés del Princesa, que era donde no faltaba de nada, y terminamos con nuestro ejemplar de Moonraquer, que era tan malo como la película, pero para nosotros un billete a otro planeta.
lunes, 24 de marzo de 2025
La de Coronado y Sujeto Darwin
Fue en el rodaje de Sujeto Darwin, el corto zombi cordobés con guion del Amaro, cuando dejamos sin comer a Coronado, el actor de Puente viejo, la serie de Antena 3, esa de la hora de la siesta que tuvo miles de capítulos. Supongo que se le pagó religiosamente por su participación en el filme y que incluido estaba el plato de arroz de un perol que se preparó al efecto, para satisfacer el hambre de técnicos y extras. Pancorbo y yo llegamos tarde, y no nos disfrazamos. Allí andaban, entre otros, el Cáceres, muy metido en su papel de muerto viviente, y el doctor Muñoz con los ojos muy abiertos. El caso es que llegó la hora del condumio y se repartieron platos y cucharadas de paella, y los que ya dije que llegamos a destiempo no quisimos quedarnos con hambre. Sin decir esta boca es mía, nos dedicamos a engullir el contenido de unos platos que parecían haber sobrado, deliciosos, por la hora más que otra cosa. Asomó entonces el Coronado, que había estado atendiendo una llamada, exigiendo el suyo, pero ya no quedaba, por lo que montó un escándalo de cojones. Ya lo apaciguaron con la promesa de hacer otro perol, pero ese día no comió hasta las cinco la tarde, por lo menos. Nosotros callamos y huimos por café, ahora lo contamos y nos reímos.
domingo, 23 de marzo de 2025
Los huevos de Trump
Ahora que Trump habla de huevos, porque lo nos tiene, me viene a la memoria el dato del famoso de Colón, con el que éste quiso demostrar la esfericidad de la Tierra a los Católicos, la Isabel y el Nando. Igual que ha hecho suyo el Golfo de México, el yankee es capaz de reclamar el del almirante por la escasez de eggs en su country, con eso de America First que repite tanto. Yo creo que lo que había que hacer era enviarle la receta aquella de posguerra, la que inventaron las monjas durante la persecución roja, la de la tortilla sin huevo; o que eche mano, si puede, de la química de los nazis, y en vez de caucho fabrique yema.
sábado, 22 de marzo de 2025
El woke y el otro
La castaña que vienen dando de un tiempo a esta parte con lo "woke", que no es sino lo "progre" de toda la vida. Primero nos castigan los más puristas con aquello de que usamos y abusamos de anglicismos, pero luego le cogen gusto a la palabreja que viene de fuera, porque la tienen en la boca los más recalcitrantes de allende de los mares, los que se aprenden las sagradas escrituras de memoria. No seré yo el que salga en defensa del progre, o del woke, que no deja de ser un sujeto cansino y con poca imaginación, temeroso del apocalipsis y creyente en la bondad del género humano. Pero tampoco voy a reírle la gracia a los que viene con lo contrario, que es lo de antiguo: quemar brujas, volver al camisón del agujero, o sufrir en este valle de lágrimas; porque si hemos llegado hasta aquí no ha sido precisamente gracias a ellos, sino a tipos que pusieron en tela de juicio sus mezquinos valores, ya en el siglo XV, ya en el XVIII y en los sucesivos. Y ahí lo dejo.
miércoles, 19 de marzo de 2025
El día del padre
Un día descubres que eres padre porque a tu alrededor hay unos pequeños que crecen y te lo llaman. No terminas de asimilarlo ya que no era algo que entrase en tus planes, ni que hubieses preparado porque no existen academias ni universidades al respecto, tú siempre fuiste hijo, pero sin saber del todo cómo te lo has ganado. Pronto descubres que no eres sino el padre de aquellos niños, y por ellos te conocen y lo demás no importa. Un conjunto de problemas que no eran tuyos empiezan a entorpecer tu vida y tienes que desdoblarte en dos o tres sujetos más para sortearlos, con mejor o peor fortuna. Al final te ves rodeado de gente que no acabas de conocer, porque se han convertido en otras personas, con cosas que no son las tuyas, pero que te quieren y a las que has tomado cariño. El caso es que una vez que pasas por ello ya no hay marcha atrás, serás padre el resto de tu vida.
domingo, 16 de marzo de 2025
sábado, 15 de marzo de 2025
Elogio del Penthouse
Penthouse era la publicación más vendida a finales de la década de los ochenta. A las pruebas me remito. Su periodicidad era mensual y si no espabilabas no la encontrabas en los quioscos, en una época en la que había uno cada cien metros. Y entonces te veías abocado a un peregrinaje inútil del deseado ejemplar que se resistía a ser encontrado, todo un drama. Era habitual tropezarse en las inmediaciones de un puesto de prensa a alguien, o varios, que también lo buscaban, y terminar convirtiéndose en un equipo como el que fue a la Cólquida por el Vellocino. Si no se tenía éxito en la empresa, el quiosquero distribuía otras publicaciones de ínfima calidad a los incautos. En muchas ocasiones sospeché que la ausencia de la revista no era sino un truco para eliminar el stock almacenado. El Penthouse era más popular que el Playboy, porque este era algo insulso, tenía pocas fotos y resultaban algo frías, por la inexpresividad de sus protagonistas. En el Penthouse se duplicaban las páginas, eran más explícitas y salían, en un ambiente vaporoso, unas señoras espectaculares, de permanente algodonada, con unos balones descomunales que se te subían a la cabeza y no te dejaban conciliar ese día el sueño. Era una revista muy repasada y no siempre prestada, el lector del Penthouse era celoso de su tesoro. Se refugiaba en las carpetas, entre los apuntes de la Asquerino que versaban sobre los primates y la Pebble culture, o entre las disquisiciones del Marzoa respecto al problema del ser presocrático, o el pienso luego existo, el modelo cartesiano; y hacía las clases menos monótonas. De este modo accedía a la facultad de Filosofía y Letras, con pleno derecho, como el manual de cualquier otra materia. Los amigos de Bellas Artes, que migraron a Sevilla, lo adquirían con la excusa del estudio anatómico, por aquello del dibujo de músculos y nervios, pero luego no se hacían con el lápiz porque siempre tenían ocupadas las manos. Tuve la suerte de que mi hermano, en uno de sus viajes al extranjero en los que se dedicaba a repartir llaves sobre el tatami, me trajo uno de la edición inglesa, que guardé durante muchos años como oro en paño bajo un montón de camisetas, calzoncillos y calcetines. En la portada Samantha Fox, muy sonriente, hacía amago de quitarse el bikini. Era la chica que nos acompañaba a todas partes. Internet acabó con aquel trapicheo, ese ir y venir, furtivo y clandestino. Ahora todo queda en la nube.
domingo, 9 de marzo de 2025
Un profesor, un monje, un obispo y dos fachadas
Las ranas del conservatorio, en Jaén
No es raro escuchar un concierto de ranas en el nuevo conservatorio de Jaén, ese que están terminando en lo alto de la Atlántida, dicen los expertos. Es por las tardes, cuando ya puede verse Venus, si es que no hay nubes, el rato en el que entonan su canto grave. Es un croar constante, repetitivo, armonioso, popular, - como el regüeldo -, que tiene algo de comedia de Aristófanes, aunque faltan los sofistas, pero no andan lejos. Yo sospecho que estas ranas, (igual son sapos), tienen intención de hacerse con las aula cuando lo terminen, o por lo menos con el auditorio, porque los bajos ya son suyos. No sé como andan los batracios de protegidos, igual tienen menos derechos que los perros; y cualquier día vienen los del saneamiento y hacen la limpia de la charca, sacan a la luz la muralla del calcolítico y los expulsan al alcantarillado hasta la próxima inundación. No creo que tengan valor de hacerlo, pero de los políticos puedes esperártelo todo. Ahí la tienen liada con si habrá o no dotación, tambores y flautas, tubas y xilófonos, para todos; el caso es hacerse notar, cortar la cinta de la inauguración, hacerse la foto y si te he visto no me acuerdo. Yo confío en que las ranas canten alto, si llega ese día, para fastidiar y que el discurso de aquellos se confunda con el suyo. Al menos, ya tenemos coro.
sábado, 8 de marzo de 2025
Tambores para la vieja diosa
Al pronto lo de los tambores y el color morado me ha puesto en alerta porque creía que nos tomaban por asalto las cofradías semanasanteras, actuando más temprano de lo que les corresponde este año, que es para abril, según creo. Las capuchas por la lluvia han ayudado al despiste. Lo que no me casaba eran los paraguas en vez de cirios luminosos, pero que podían ser palios. Y luego me he dado cuenta de mi error, porque el día es otro. Me he acordado también de los tambores de Calanda, el pueblo de Buñuel, que son los que asomaron entre el público cuando se hizo la inauguración de las olimpiadas aquellas de Barcelona. Al compás del ritmo tamborilero se hace un baile, un vaivén, que trae algo de oriente, como de culto indú a alguna diosa, Kali, o por el estilo. Será deformación profesional, pero yo veo en todo esto una singular deriva a lo religioso, de símbolos y frases hechas, oraciones repetidas, exorcismo contra el Diablo. Y ahora que lo he dicho, que me condenen.
viernes, 7 de marzo de 2025
De cuando había madres
De antiguo no era feo ser madre, que era una señora que antes de que te levantases ya te estaba vistiendo y luego te daba manotazos de agua fría en la cara y con esas te peinaba después a raya. Sin mucho protocolo te plantaba un tazón con galletas y cuando menos te lo esperabas te ponía de patitas en la calle para que te fueses al cole, que estaba lejos, pero llegabas andando acompañado de tu hermano chico, ese que iba lanzando la cartera por los aires y recogiéndola del suelo. Ya no volvías a verla hasta que asomabas por casa, cuando se hacía el intermedio entre la mañana y la tarde, que la jornada era partida, y entonces te mandaba por pan o leche, en ocasiones también por un tambor de Colón. Después te despedía a jugar a la calle hasta que a voces te reclamaba para sentarte a comer. Era conveniente no acudir antes porque no era raro que hubiese fregado. Si te encontrabas la puerta abierta era mala señal y no convenía entrar. Unas veces porque el suelo no se había secado y otras porque se había enterado de alguno de tus estropicios y te esperaba escondida detrás de aquella, armada de zapatilla de paño o de la paleta de freír. El padre solía usar para los mismos menesteres de zapato o cinturón, porque ella afirmaba que se hacía daño en la mano. Muchas veces todo quedaba en manotazos, que se esquivaban con facilidad si te movías con arte y llegabas al refugio que había bajo la cama. La zapatilla era el arma favorita de las madres, una especie de estrella de ninja, un shuriken de esos, o bumerang que llegaba a todas partes, muchas veces sin ser esperado. Una madre también era esa señora que te sacaba del partido de futbol de la plazoleta, te limpiaba los churretes con el pañuelo empapado en tu saliva y te llevaba de visita a la casa de una señora amiga suya, y allí tenías que estar muy quieto y callado. Si te removías un ápice, o pedías de beber, incluso de comer, la madre te miraba con cara de demonio y corrías el riesgo de llevarte un repizco. A veces protestabas lanzando un ay lastimero y hacías que quedase mal; “mujer, deja al chiquillo”, le decían, pero en casa se vengaba. Una madre también tenía respuestas para todo, y poco te importaba si estaba o no en lo cierto, ella lo decía y basta. También te defendía, aunque primero te daba dos sopapos después de oír hablar a la maestra. Tenía la fea costumbre de vestirte para bodas y comuniones con ropas estiradas que no te dejaban moverte, y además picaban. Era, en fin, la madre, menos grata que la abuela, un personaje que no faltaba en ninguna casa; y si faltaba acudía una vecina que también lo era y tenía las mismas herramientas, pero no el mismo tino con las comidas.
martes, 4 de marzo de 2025
La perra vida o del cínico capado
Qué hay más perros que niños es una realidad, basta con darse una vuelta por el barrio y comprobarlo. También más perras que niñas, todo hay que decirlo. Cuando yo jugaba en la calle había muchos perros sueltos, de raza incierta, se les tiraba piedras y en ocasiones te daban un mordisco, y podía darte la rabia, te decían los coleguis muy serios. Los perros se sumaban de manera espontánea a los juegos o desplazamientos de la infancia, por los eriales y descampados, y a la entrada y salida del cole. En ocasiones alguno asomaba las orejas o el rabo por la puerta de la clase buscando a su amo, y tenías que salir a echarlo o, con la excusa, acompañarlo hasta la casa. A veces, estos perros se dedicaban al fornicio a la hora del recreo y desde el otro lado de la valla dábamos clase de naturales sin saberlo. Alrededor de una perra en celo se arrejuntaban diez o doce, sin comprender de dónde salían, debía de ser cosa del olfato. Muchas veces, cuando las tardes se hacían largas, buscábamos el modo de emparejar a alguno, con muy poco éxito, hasta que decidíamos cazar gatos o lagartijas. Estos perros se lavaban poco y solían comer sobras o arroz cocido bajo la mesa de la cocina. Meaban en todas las esquinas y cagaban mierda seca, que no se pegaba, mezclada con granos de cebada silvestre. Los únicos perros con collar que recuerdo eran los que cuidaban los jardines de los chaletes, que ladraban mucho y salían poco, y siempre con correa y bozal. A mi me gustaba ladrarles y que se volvieran tarumbas de la rabia. Recuerdo que conseguí imitar muy bien el ladrido de un pastor alemán muy cabroncete que siempre me asustaba. Igual le estaba insultando, sin saberlo. Había un bulldog muy amanerado del que nos burlábamos, y el pobre nos lloriqueaba desde el otro lado, y ya era el descojone. Los perros del común aullaban o gemían si les pisabas el rabo, y sólo ladraban cuando lo hacía otro desde muy lejos, para comunicarse. Estos perros eran muy gregarios y se pegaban como ladillas. Aparecían sin llamarlos y era difícil darles el esquinazo. Algunos se sentaban entre los porreros y pasaban unas tardes muy recreativas, con la lengua fuera y las orejas gachas, empalmados y felices. Un día apareció una gente a salvarlos y los perdimos definitivamente de vista. Ahora todos pasan por el veterinario y los capan.
domingo, 2 de marzo de 2025
La moda juvenil y la boite del Cervantes.
Fue en la clase de religión, que daba don Víctor, el de literatura, cuando, con motivo de un trabajo relativo al amor y sus diferentes interpretaciones, unos compañeros pusieron el disco de Radio Futura, para escuchar aquel tema de la Moda Juvenil. Previamente nos habíamos tragado y atragantado con otras canciones y ritmos más cursis, de cuando el Dúo Dinámico y su novia menor. Pero parece que con aquella melodía y letra de la Futura, con la del Dúo no, le habíamos dado el argumento que precisaba para enviarnos al infierno de cabeza. Y es que de lo que se trataba era de demostrarnos que el amor se había convertido en los 80 en una frivolidad, nada de compromiso y responsable actitud que exigía. Y señalaba con dedo inquisitorial aquellas líneas en las que se hablaba de estar enamorado de los chicos, de las chicas y de los maniquís. Asunto este último perturbador por las implicaciones que acarreaba, supongo que por las muñecas hinchables, (menos mal que no pusimos a la Mondragón ese día). Allí estuvo el hombre dándonos la tarde con un asunto que ni nos iba ni nos venía, porque de aquella música no nos interesaba más que el ritmillo para el bailoteo en la fiesta de Cervantes, que era la boite que en el colegio de la competencia, los maristas, se celebraba todos los sábados, y acudíamos para el frote fugaz y conocimiento del sexo ajeno.
sábado, 1 de marzo de 2025
La guerra nuclear era de mentirijillas
Mira que si estalla la III Guerra Mundial y se acaba el mundo. Qué pena para Trump que no podrá hacer más grande América, o para Putin, que no podrá resucitar la de los zares. Los judíos ya no tendrán ocasión de crear un nuevo reino y los chinos no abrirán más tiendas de todo a cien. Musk no viajará a la Luna y nadie guardará cola para comprarse un Iphone o subirá un vídeo al Tik Tok. No conoceremos al nuevo Papa, ni averiguaremos quién ganará la liga. Tampoco sabremos el resultado de los oscars, ni veremos la última de Almodóvar, y nos perderemos el final de la novela de la siesta. No quedará nadie para escribir la historia de ninguno de aquellos, ni para leer la de los antiguos. Eso sí, lo habrá subido todo el mundo a la nube, saludando y sonriendo.