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domingo, 4 de mayo de 2025

El espadón del alférez

Dieron parte al alférez de complemento de la visita inminente del Tcol. Y estando el teniente de permiso, el oficial de mayor rango para la recepción era él. Como a la autoridad competente se la saludaba con sable, el joven estuvo practicando los días previos los movimientos precisos para cumplir con la obligación.

Llegó la fecha prevista y la primera orden directa del superior al alférez fue la de no saludar con el arma blanca, que fue para el último una decepción por lo mucho ensayado. Al toque de corneta presentaron armas los soldados y se inició la revista al campamento. La comitiva recorrió las instalaciones, deteniéndose el Tcol donde le parecía apropiado, con las manos a la espalda, sin dejar de lucir la panza. Cumplida la obligación, se retiraron al comedor a dar cuenta del rancho que para la ocasión se había dispuesto, nada que ver con el habitual, sino más lustroso y nutritivo.

Fue en el momento de los postres, una vez que se había dado cuenta de los licores, cuando el Tcol quiso sincerarse con el alférez, y fue a explicarle la razón de alterar el protocolo.

- No hace mucho visité otro cuartel. Y allí me recibió uno como usted. Al levantar el sable me arrancó la gorra, que salió volando, y cuando me agaché por ella, él lo hizo también, y lo que conseguimos ambos fue un chichón. Desde entonces, si descubro que el que está al mando es un alférez, evito el saludo.


La bruja Lansbury

 Ángela Lansbury marcó profundamente mi existencia, lo digo por el asunto de La bruja novata, la de peli de Disney, un personaje apropiado para oscurecer al mismísimo Harry Potter. Para muchos Ángela es la que hace de Miss Marple, en adaptaciones cinematográficas de las novelas de Ágata Christie, o la reportera del crimen de la serie Se ha escrito un ídem. Pero en mi caso, Ángela era sobre todo la bruja que impidió la invasión nazi de Inglaterra. Para mi sugestiva mente de pocos años ver en movimiento trajes como si se tratase de personas fue el no va más de lo sorprendente. Estuve meses probando a poner en movimiento mi pijama y zapatillas de andar por casa, pero sin éxito alguno. De aquellos experimentos paranormales, sin embargo, debió de quedar alguno porque, siempre que me acuesto, para conciliar el sueño, me aferro con firmeza a los hierros del cabecero de la cama, convencido de que esta me lleve volando a algún lugar desconocido y, de no hacerlo, pueda caerme en cualquier otra e indeseada parte. Esta costumbre que provoca reflexión al que me observa, si me pilla en brazos de Morfeo, obedece a tan sencilla razón. Por eso cuando me enteré de mayor de que había un personaje de comics llamado Nemo que volaba en su cama al país de los sueños, no me pareció nada original, salvo en el diseño de sus páginas, porque eso lo hago yo todas las noches.


martes, 29 de abril de 2025

Del apagón

Quedamos a oscuras y descubrí el embrujo de la bóveda celeste, que era como ciudad sin límites en las alturas, y quedé fascinado por el número de constelaciones y estrellas que pude contemplar con una nitidez sorprendente, y comprendí a su luz lo alejados que estamos de la realidad.

domingo, 27 de abril de 2025

El maestro, el cura y un primo bastardo

Don Manuel Gómez era un maestro de los que se formó en la república y abrió un colegio que se llamaba la Santísima Trinidad, porque su mujer se llamaba Trinidad, y de este modo pudo ganarse la vida en la difícil posguerra, con más o menos fortuna. Todos los años sus alumnos pasaban el examen de doctrina con sobresaliente. El cura a cargo del mismo señalaba con satisfacción que los alumnos de don Manuel conocían las Sagradas Escrituras mejor que los de los jesuitas. Este ministro de la Iglesia, Espinar Hidalgo, había hecho un hijo durante la guerra, pero se lo pasaron por alto porque eran pocos los curas que habían sobrevivido a la revolución. Contaba mi padre, de este primo lejano, que era un buen muchacho, tanto como el cura que velaba por ellos.


sábado, 26 de abril de 2025

La blanca era como un anillo

La blanca era el preciado pasaporte que todo recluta ansiaba para no tener que volver al cuartel, pero no te la devolvían hasta pasado un año. Ese día era como hacer la comunión o algo por el estilo porque al fin formabas parte de la sociedad y podías andar sin marcar el paso, que era pisar con la izquierda, pero sin oír la voz de orden. Algunos se asomaban donde se tallaban los quintos para darles con ella en las narices y decirles con satisfacción aquello de "la pelas de gordo, que yo ya la he pelao". Ahora, los que pelamos la mili, corremos a buscarla entre los papelotes del pasado por si suma algo a la inexorable jubilación que, con esperanza, se otea en el horizonte. No falta el chistoso que te dice que te podrías reenganchar. No le lanzas un escupitajo verde a un ojo porque ya eres una persona civilizada, pero saboreas con gusto el detalle de que lo mismo la blanca te cuenta algo, que el bocas no va a pillar.


jueves, 24 de abril de 2025

Dos caballos amigos

Yo tuve dos caballos de aquellos de plástico que venían en sobres de indios y americanos, así los llamaban. Eran dos caballos salvajes con la crin alborotada y sin riendas, blancos, que pertenecían, supongo, a los comanches o los siux, nunca lo tuve muy claro. Estos dos caballos eran mis favoritos y me acompañaban a todas partes. Yo los hacía vivir grandes aventuras, carreras, peleas, diálogos, porque los caballos hablaban entre ellos. No había tarde que no cobrasen vida en mis manos. Un día tuve la mala suerte de que uno de ellos se cayó por la ventana, por jugar sobre el alféizar. Desde un cuarto piso me asomé a ver si lo veía, y allí estaba, entre las hojas de un arbusto, muy quieto, esperándome. Como era muy pequeño no supe sino advertir mi impotencia para recuperarlo y me juré hacerlo en cuanto que me viese en la calle. Su compañero estuvo triste toda la noche, llamándolo con relinchos de pena. Al día siguiente, cuando bajé a la calle para ir al colegio, me acerqué por él pero, por más que lo busqué, ya no estaba. Imaginé, que se lo habría llevado otro niño, sin intención de devolverlo, un niño muy malo que vivía muy lejos. Desde ese momento, el hermano gemelo perdió importancia en mis juegos, y pronto fue otro más en una tambor de detergente Colón que estaba lleno de otras figuras de animales y personajes. Un día descubrí que también había desaparecido, desde entonces no he dejado de sospechar que se marchó a buscar a su hermano, y he soñado que en un futuro quizás nos reunamos y volvamos a correr juntos.


miércoles, 23 de abril de 2025

El día de esa cosa llamada libro

Ya está ahí el día del libro, que es ese montón de hojas impresas que con el tiempo se vuelven amarillas, y que cuando se junta con otros se convierte en una biblioteca y después en un problema de espacio e higiene. Los libros no te hacen mejor ni más sabio, en realidad más solitario y escéptico. El libro es un gasto innecesario que te han hecho creer indispensable. En la antigüedad la gente usaba la memoria, se llevaba la biblioteca en la cabeza. De este modo te soltaban el romancero, la Biblia o el refranero popular sin pestañear y a la velocidad del google. Te cruzabas con un sujeto descalzo y con barba que le crecía hasta los pies y te contaba la Odisea mientras se comía una ristra de ajos o se rascaba el culo, y tu le respondías con la Divina Comedia y te mesabas el sobaco. Después aparecieron unos tipos que te vendían un trozo de piel de cabra con unos garabatos asegurándote que de ese modo no tendrías que perder el tiempo memorizando, que era un invento genial. Y entonces se inventaron el negocio del libro y el de las estanterías, que vino muy bien a los carpinteros. La gente ya no memoriza porque si lo hiciese no podría presumir de que tiene muchos libros en casa. Todo buen famoso que se precie tiene un porretón de libros y los enseña, aunque no los toque. Ahora que has plantado un árbol y no tienes hijos por que no se llevan, los del negocio del libro te invitan a que escribas uno, pero pagándolo. Cuando compres uno piensa en la de árboles que han perdido la vida, y que todas esas tonterías que lees ya estaban en tu cabeza, que no te has molestado en investigar porque suponías en los estantes. Si no me crees haz la prueba. Coge uno al azar, lee el título, y verás que pronto imaginas una historia. Importa poco si coincide o no con la del autor, sino que tu mente vuele alto.


martes, 22 de abril de 2025

Las monedas de la discordia

En ocasiones acompañaba a mi abuela, cuando se dirigía a casa de su hermano a comprar productos de la huerta. Allí mismo, en el corral, era atendida por su cuñada. Cambiaban impresiones, se contaban las cuatro novedades y algún que otro chisme. La una le pedía una cosa y la otra le elegía lo mejor. Que si un melón, el más grande. Si unas habas, las vainas más gruesas. Si mi abuela pedía un kilo, la tía le daba uno y medio. A mi abuela no le agradaban aquellos favoritismos, porque era como robarle a su hermano, y expresaba su enfado con gestos de disgusto. El momento más importante del negocio era el del pago. La tía María bajaba el precio, mi abuela lo subía. Si mi abuela le daba de más, la otra le daba vuelta, pero mi abuela no la aceptaba. Resultaba cómico verlas reñir por unas pesetas, sujetándose una a otra por las muñecas, intentado meterlas por el escote de la contraria si se ponía a tiro. Para mi fortuna, después del forcejeo, siempre solucionaban el conflicto del mismo modo: me obsequiaban con las perrillas que ninguna quería.


lunes, 21 de abril de 2025

El Papa siempre lo es

Llama la atención el despliegue informativo, declaraciones y panegíricos sobre el fallecido papa. Ha sido un no parar. Nadie se ha quedado atrás a la hora de proporcionar un elogio, una frase, una anécdota, un recuerdo, un abrazo, un selfie, incluso un libro. Ahora se echan en cara unos y otros si lo han despedido con más o menos entusiasmo, y no hace ni tres días lo estaban enterrando con más o menos gracia, la de los chistes al caso. Leo que los comunistas han despedido a Francis con más calidez que VOX. A este papa ya lo han señalado de izquierdas las izquierdas, olvidando que murió como jefe de la Iglesia de siempre, porque la iglesia, Católica, va a seguir siéndolo. Son demasiados años, siglos, para arrojar el Vaticano por la ventana, no es cuestión de tirar del mantel y desbaratar la Santa Cena. Esta ha sido una revolución sin perder el bonete, que son las que tienen la garantía de que todo permanezca en su sitio. Se echa en falta a un san Jerónimo, que ponga los puntos sobre las íes, pero es que santos como aquel eran demasiado puntillosos o, quizás, orgullosos.


Del resucitado

Lo que más me choca de las celebraciones de Semana Santa, donde todo es chocante e irracional, es el asunto del Resucitado, que es la última procesión y la que menos seguidores tiene. Nunca he terminado de comprender ese regusto por el sufrimiento en los pasos de la pasión, a altas horas de la madrugada, y el poco atractivo de la resurrección a plena luz del día. Es un contraste abrumador. La última debiera ser la más importante, la más celebrada, la más numerosa en capirotes y fieles, pero es la que queda atrás por la desbandada, esa huida de maletas y operación retorno, un huracán que se lo traga todo, y devuelve a la gente a su infierno cotidiano. En el fondo, en todo lo católico hay un ateísmo profundo, un regodeo en el dolor y un eterno retorno al sacrificio. El resucitado es un remate, un punto final, y eso es lo que no agrada, porque lo que gusta es que las ruedas del mundo giren y giren una y otra vez. Nadie está preparado para detenerse definitivamente en el paraíso.