Es en las fechas navideñas, cuando aquellos que te conocen y saben que lees, te regalan esos libros que después no sabes qué hacer con ellos. La solución está en elaborar una lista previa, pero, naturalmente, no la pones al alcance de cualquiera sino de los más allegados y eso no impide el problema con el que se abre la entrada. Incluso los que tienen más trato contigo se permiten la licencia de regalarte algún capricho, que no es el tuyo. Así en la suma de varias nochebuenas reúnes una bonita colección de títulos singulares, anecdóticos, apócrifos, pintorescos por su temática e incluso en su encuadernación, en los que jamás habrías reparado pero que después ocupan el espacio que precisas para los que en realidad deseas. Son publicaciones de las que te vas librando progresivamente en préstamos, regalos o ventas. Produce una extraña sensación localizar en la biblioteca del Centro o la del barrio tu desinteresada donación. Esos libros se conservan como el primer día. Es probable que de producirse una nueva Edad Oscura sobrevivan a los clásicos, que están más sobados. Las Navidades son fechas de premios Planeta, que son los que encuentran más a mano en los expositores del Corte Inglés. En el fondo el problema no es lo que te regalen, si no la cara que has de poner al retirar el envoltorio de colorines.
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