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lunes, 28 de febrero de 2011

Remedios salutíferos de los Médicis.


Amantes de las letras y las artes en general, los Médicis poseían un remedio efectivo para curar toda clase de enfermedades y al mismo recurrían cuando querían ganarse el favor de alguien.
Cuentan las crónicas que Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón y Nápoles, soportaba unas malas fiebres. Llegole la noticia a Cósme de Médicis en Florencia, y, con afán de congraciarse con el monarca hispano, enviole el libro de Tito Livio "Desde la Fundación de la Ciudad", en una cuidada edición manuscrita de bellas ilustraciones.
Los médicos del rey desaconsejaron su lectura por si contenía algún veneno, pero Alfonso rechazó sus observaciones pues sostenía que el texto de Livio tenía un carácter divino y terapéutico, y nada malo podría haber en el mismo o provenir de él.
Sanó el rey y no abandonó jamás el libro, desde ese momento lo llevó a todas partes como talismán frente a las adversidades de Fortuna.

sábado, 19 de febrero de 2011

A la sombra de su pareja.



Mariano Pino alias Budy era el rey del swing en el garito más popular del barrio. Tenía tanta magia en los pies como aguijón las abejas. Nunca encontró un rival de su talla ni una chica a su altura. Un día descubrió que su mejor pareja era su propia sombra. Desde entonces taconea en las afueras, sobre la acera, al amparo de un buen muro, las noches de luna llena.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Apio Claudio.


Era Apio Claudio el cónsul mas odiado por la plebe de Roma. Su oposición constante a las reformas, su severidad en el ejército y su defensa a ultranza de los derechos de los patricios le granjearon numerosos enemigos.
Lo citaron los tribunos Marco Duilio y Gneo Sicio cuando cumplió su mandato para comparecer ante el pueblo. Ni los ruegos del Senado ni los gritos de la plebe amilanaron a Claudio. No se mostró suplicante ni suavizó su lenguaje. Conservó el gesto desafiante y el tono agresivo de su voz. Su entereza sorprendió a los tribunos y acalló al común, obligando a aplazar el proceso al día siguiente, y después a su prorroga indefinida.
Murió Apio Claudio antes de que llegase el día señalado para reiniciar el juicio. Un tribuno propuso que se le negase la oración fúnebre, pero la plebe, admirada por la virtud de su enemigo, se opuso a que fuese privado de tan solemne honor y acudió en masa al funeral para prestar tanta atención al elogio fúnebre como cuando los humillaba con sus discursos desde la tribuna.